Sesión 5: La libertad

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PROPÓSITO El estudiante se esfuerce por vivir la libertad en cada uno de sus actos sin caer en libertinaje.

Introducción

Juan recuerda todo lo vivido en este año y para cerrar el año como lo inició, busca el Libro Azul de su padre. Ahí encuentra un cuento y unas reflexiones de su padre acerca de la libertad.

La verdadera libertad no significa hacer lo que «nos da la gana».

Lectura

Pocos días después Juan y Betty, con un grupo de amigos, fueron a saludar a Julia que seguía recuperándose en su casa. Como consecuencia del accidente su nombre quedó registrado en las computadoras de la policía y él tardaría diez años en obtener su permiso de conducir. De todos modos los que le conocen aseguran que él no quiere volver a correr. El susto que se llevó no fue para menos. Curiosamente todos sus amigos a partir de entonces usan el cinturón de seguridad cada vez que suben a un auto. Volviendo a Julia, fue una gran alegría para todos verla recuperándose. Pero más alegría les dio ver a sus padres juntos. Sabían que no se trataba de reconciliación total, pero sí apertura al diálogo. Ese fue otro elemento importante que favoreció la rápida recuperación de Julia. De todos modos esto del accidente la había cambiado. Estaba más madura, veía las cosas de otra forma.

En cuanto Juan y Betty la idea de trabajar a favor de niños enfermos fue muy importante en sus vidas. La lucha por la pureza en el noviazgo no terminó, pero se hizo definitivamente más fácil. Paralelamente descubrieron que las peleas eran menos fuertes y que la alegría de estar juntos se hacía cada vez más serena. Juan se encontraba más en Betty y Betty más en Juan.

Así pudieron conocerse mejor, darse cuenta de sus propios defectos y virtudes y sentirse plenamente amados y aceptados el uno en el otro. Se podría decir que empezaban a construir una felicidad basada en el amor, el respeto, el diálogo y la entrega. Para ello no necesitaron nunca tener relaciones. Es más, el éxito de ese noviazgo se debió a que siempre pusieron los medios y fueron fieles. Hubo luchas. Pequeñas caídas también (esa caricia que no querían). Pero ellos siempre se levantaron y siguieron adelante.

“El matrimonio es como una casa: si pones buenos cimientos no hay forma de que se caiga. Pero también es importante cada ladrillo.” Esta frase podría haber sido del papá de Juan... pero no, era del propio Juan que seguía los pasos de su padre. Juan quería cerrar el año como se merecía la memoria de su padre. Por eso guardó el último capítulo del Libro Azul para el último día de clases.

Era exacto lo que necesitaba él que se habría a la vida con toda la fuerza de su corazón. Leyenda del Río (Para este último capítulo he elegido un cuento de Julio César Labaké. Ya casi no puedo escribir, por eso pego esta cita para que la leas, hijo, y comprendas lo que son la libertad, la verdad y el bien) Era un caudaloso río de montaña. Sus aguas intensamente marrones, por el arrastre, se hacían incontenibles cuando las lluvias o el deshielo engrosaban su caudal. Bajaban tan furiosamente desde la alta montaña y tan abundantes, que arrasaban cuanto encontraban a su paso.

Los pobladores del valle vivían siempre esperanzados en él. Les brindaba riego, energía, saciedad para sus necesidades y las de sus ganados... Pero siempre expectantes. Ese año las lluvias fueron torrenciales. Y el río se convirtió en una fuerza destructora. Tronchó vidas y sembradíos, y dejó sin viviendas a miles de personas. Y fue así otro año. Y otro... Hasta que los vecinos del valle decidieron entrevistarse con el río para reclamarle mesura. Una delegación de notables de todos los pueblos, se sentó a dialogar con él, en sus nacientes. Pero fue todo inútil: el río insistía en que él era así, y no podía cambiar. Que no quería diques ni cosa semejante. Porque no estaba dispuesto a perder su vitalidad. Su espontaneidad...

Desilusionados retornaron los vecinos. Pero sólo por un año más. Porque nuevamente fueron superadas todas sus previsiones, por la creciente del imprevisible río. Y allá volvieron. Dispuestos esta vez a no transigir. Seguros de ser razonables en sus demandas. Le hablaron con tanta serenidad y tanta convicción que el río comenzó a ser razonable. Le aseguraron que de ninguna manera pretendían mermar su vitalidad, sino sólo encauzarla para multiplicar su utilidad. Que el dique sería para él una fuente de nuevas posibilidades. Creyó el río y así fue.

Un vigoroso paredón dio origen a un lago estupendo, que significó regulación del caudal, riego todo el año, fábricas y todo tipo de deportes náuticos, campamentos, playas... Y no hubo más muertes ni angustias por sus desbordes. Pasaron los años. Y el río, orgulloso de toda la vida que había generado, bendijo al dique... que tanto había rechazado. Y de pronto el vigoroso río de montaña comenzó a disfrutar de una nueva sensación: la de toda su fuerza y la de su capacidad para dirigirla. Ya no se encontraba, él mismo, sometido inevitablemente a los vaivenes de las lluvias y los deshielos.

Una extraña experiencia de serenidad y sosiego, podría convivir con la palpitación de toda su pujanza. De su brioso poderío. De su inagotable renovación. De su ritmo. De su vitalidad. No había apagado su espontaneidad. Era toda suya. Sólo que ahora podía hacerla suya y administrarla de acuerdo a razones más humanitarias y válidas. Su espontaneidad ya no era la constante improvisación irracional, sino la captación de todas sus posibilidades, absolutamente todas. Sin miedo ni negación de ninguna. Pero también sin esclavizarse a ellas como a amos absolutos. Ahora el dueño de sí mismo era él. No sus impulsos, por maravillosos o absurdos que fuesen.

Él era su propio gobernante. Mientras era pura fuerza de la naturaleza, mientras vivía ausente del sentido racional de su existencia y actividad mientras los otros no cantaban para él... él mismo era juguete de sus propios aconteceres. Con altos y bajos. Con carencias y derroches. Con la constante amenaza de lo imprevisible... Desde que había admitido el dique como parte de su existencia, su vida y la de sus prójimos, tenían garantía. Si no tienes tu propio dique que te regule, vivirás permanentemente en la improvisación. Y tus prójimos no podrán nunca descansar con tranquilidad en tu palabra. Porque nunca tendrán garantías de su cumplimiento. Si no tienes tu dique, no sabrás nunca lo que es la íntima y profunda experiencia de sentirte dueño de ti mismo.

Libre. Porque la verdadera libertad pasa por la auténtica disciplina. Espero que te haya gustado. Es fácil comprender de qué se trata. La libertad necesita límites para ser total, plena, para no perderla. Pero no cualquier límite. Los límites que perfeccionan la libertad son los de la verdad y el bien. Vivir en la verdad, hijo, y buscar siempre hacer el bien, para ti mismo y para los demás. “Pero eso no es muy popular. Nosotros queremos libertad, hacer lo que nos dé la gana.”

–Por favor, eso no es libertad. Es cualquier cosa. Ten cuidado, no te dejes engañar por falsos diques. Vas a encontrar en el mundo gente que quiera explotar tu fuerza, tu energía. Tus iniciativas para fines no muy buenos. Ten cuidado de convertirte en carne de cañón para causas de otros en las que no entiendas nada, eso es ser un cordero. Tú entiende que la libertad no la puedes ver como una cadena sino como una escalera, algo que te libera en lugar de esclavizarte.

Por eso tampoco cometas la estupidez de querer tener éxito si vives tan irracionalmente indomable como el río de montaña. El equilibrio es la respuesta, aunque ahora no quieras escuchar y te parezca lo mejor comerte el mundo a bocados. Va a haber mucho que puedas dar al mundo. Va a ver muchas injusticias que estás llamado a cambiar y muchas hipocresías que tendrás que revertir. Hazlo con paz y humildad, pero con firmeza. Pero también va a haber mucho que tengas que aprender. Mucho para escuchar, mucho para cambiar en ti.

El mundo no es un lugar perfecto... pero tú ¿acaso eres perfecto? ¿Acaso no tienes tus malos días? ¿Acaso no te equivocas o a veces haces las cosas mal no porque te equivoques sino por simplemente hacerlas mal? Pues el mundo está formado por otros como tú, ni más ni menos. Si el mundo no es mejor es por las personas que lo habitamos. Está en nuestras manos, en las de nadie más. Cada decisión que tomes teñirá el mundo que está a tu alrededor: o lo hace un lugar más agradable para que tú y tus hijos vivan... o lo siguen volviendo un lugar violento, ilógico e incoherente.

Espero que decidas lo primero, espero que seas libre de verdad y que puedas hacer que la gente que te rodee tenga la misma vida, una vida de libertad interior y exterior. Intenté volcarte mi experiencia y mi vida. Todo lo que te dije aquí lo he buscado para mí porque creo que es lo mejor. Ahora te toca a ti hacer tu camino. Me apena no verte con estos ojos, pero al menos me queda la satisfacción de que algo he hecho por ti. Tu Padre. Juan estaba contento. A lo largo de la lectura del Libro Azul, lejos de recordar la ausencia de su padre, sintió su compañía y lo tenía más cerca que nunca. Su padre se había ido pero se quedaba para siempre con él.

Era una ruta, un camino, una señal. Por eso no había lugar a la tristeza. Comprendió sin ningún tipo de dudas que él lo estaba mirando y lo seguía amando, desde arriba, como en todo momento de su vida. Él también quería ser fiel. Lo haría por sí mismo. Lo haría por su padre que le dio los cimientos. Lo haría por sus hijos que ya esperaban todo de él. Lo haría por un mundo que ahora veía no como un mal lugar para vivir sino como un muy buen lugar para trabajar y mejorar.

Betty compartía ese ideal. Para ambos venían tiempos difíciles, sobre todo para ser fieles a lo que creían, pero sabían que lo podían hacer. Cada incoherencia del mundo era para ella ahora un desafío, una razón para rebelarse, pero contra el sinrazón... una oportunidad para crecer más y más. No terminaba un ciclo, empezaba el resto de su vida.

Escucha ahora la explicación del profesor

No había apagado su espontaneidad. Era toda suya. Sólo que ahora podía hacerla suya y administrarla de acuerdo a razones más humanitarias y válidas. Su espontaneidad ya no era la constante improvisación irracional, sino la captación de todas sus posibilidades, absolutamente todas. Sin miedo ni negación de ninguna. Pero también sin esclavizarse a ellas como a amos absolutos. Ahora el dueño de sí mismo era él. No sus impulsos, por maravillosos o absurdos que fuesen. El era su propio gobernante. Mientras era pura fuerza de la naturaleza, mientras vivía ausente del sentido racional de su existencia y actividad mientras los otros no cantaban para él... él mismo era juguete de sus propios aconteceres. Con altos y bajos. Con carencias y derroches. Con la constante amenaza de lo imprevisible ... Desde que había admitido el dique como parte de su existencia, su vida y la de sus prójimos, tenían garantía. Si no tienes tu propio dique que te regule, vivirás permanentemente en la improvisación. Y tus prójimos no podrán nunca descansar con tranquilidad en tu palabra. Porque nunca tendrán garantías de su cumplimiento. Si no tienes tu dique, no sabrás nunca lo que es la íntima y profunda experiencia de sentirte dueño de ti mismo. Libre. Porque la verdadera libertad pasa por la auténtica disciplina. 2 Ser libres de verdad La libertad necesita vivirse dentro de los límites correctos de lo contrario es desorden y deja de ser libertad. Los «límites» de la verdad son aquellos que mantienen a la libertad cerca del bien y la aseguran que siempre será libertad. Libertad se traduce por optar por lo bueno, por lo que es mejor tanto para uno como para los demás. Se cree equivocadamente que libertad es hacer lo que uno quiere, hacer lo que a uno «le de la gana»... eso no es libertad sino descontrol, es no saber conducir o canalizar toda la energía que se tiene dentro y sacarle provecho. Esa falsa libertad es más bien esclavitud porque la persona que se deja llevar por lo que siente y quiere arbitrariamente termina dependiendo de los caprichos de su ser y no posee la fuerza de voluntad para frenarlo. La libertad no significa tener carta abierta para hacer lo que sea. Significa reconocer los propios límites y optar por lo que se reconoce como mejor para uno y así manejar bien la propia vida. Es importante que los alumnos comprendan que la libertad de verdad no está carente de reglas o de límites: todo en la vida tiene un orden porque responde a una naturaleza. Hay que decirles que tienen tiempo de sobra para aprender todo lo que desean y la manera de hacerlo correctamente es respetando ese tiempo, no tratando de acelerar el proceso. Que los alumnos estén alerta ante cualquier tipo de manipulación que pueda atentar contra el buen uso de su libertad. Esto lo podemos leer en el libro del alumno de la siguiente manera: Por favor, eso no es libertad. Es cualquier cosa. Ten cuidado, no te dejes engañar por falsos diques. Vas a encontrar en el mundo gente que quiera explotar tu fuerza, tu energía. Tus iniciativas para fines no muy buenos. Ten cuidado de convertirte en carne de cañón para causas de otros en las que no entiendas nada, eso es ser un cordero. Tú entiende que la libertad no la puedes ver como una cadena sino como una escalera, algo que te libera en lugar de esclavizarte. Por eso tampoco cometas la estupidez de querer tener éxito si vives tan irracionalmente indomable como el río de montaña.

Actividades de refuerzo

Leyenda del Río

Era un caudaloso río de montaña.

Sus aguas intensamente marrones, por el arrastre, se hacían incontenibles cuando las lluvias o el deshielo engrosaban su caudal. Bajaban tan furiosamente desde la alta montaña y tan abundantes, que arrasaban cuanto encontraban a su paso. Los pobladores del valle vivían siempre esperanzados en él. Les brindaba riego, energía, saciedad para sus necesidades y las de sus ganados... Pero siempre expectantes. Ese año las lluvias fueron torrenciales. Y el río se convirtió en una fuerza destructora. Tronchó vidas y sembradíos, y dejó sin viviendas a miles de personas. Y fue así otro año. Y otro... Hasta que los vecinos del valle decidieron entrevistarse con el río para reclamarle mesura. Una delegación de notables de todos los pueblos, se sentó a dialogar con él, en sus nacientes. Pero fue todo inútil: el río insistía en que él era así, y no podía cambiar. Que no quería diques ni cosa semejante. Porque no estaba dispuesto a perder su vitalidad. Su espontaneidad... Desilusionados retornaron los vecinos. Pero sólo por un año más. Porque nuevamente fueron superadas todas sus previsiones, por la creciente del imprevisible río. Y allá volvieron. Dispuestos esta vez a no transigir. Seguros de ser razonables en sus demandas. Le hablaron con tanta serenidad y tanta convicción que el río comenzó a ser razonable. Le aseguraron que de ninguna manera pretendía mermar su vitalidad, sino sólo encausarla para multiplicar su utilidad. Que el dique sería para él una fuente de nuevas posibilidades. Creyó el río y así fue. Un vigoroso paredón dio origen a un lago estupendo, que significó regulación del caudal, riego todo el año, fábricas y todo tipo de deportes náuticos, campamentos, playas... Y no hubo más muertes ni angustias por sus desbordes. Pasaron los años. Y el río, orgulloso de toda la vida que había generado, bendijo al dique... que tanto había rechazado. Y de pronto el vigoroso río de montaña comenzó a disfrutar de una nueva sensación: la de toda su fuerza y la de su capacidad para dirigirla. Ya no se encontraba, él mismo, sometido inevitablemente a los vaivenes de las lluvias y los deshielos. Una extraña experiencia de serenidad y sosiego, podría convivir con la palpitación de toda su pujanza. De su brioso poderío. De su inagotable renovación. De su ritmo. De su vitalidad.

Resumen

Nuestro mundo busca la libertad, pero lo hace en la acumulación del tener y el poder, y olvidando esta verdad esencial: sólo es verdaderamente libre aquel al que no le queda nada que perder porque ya ha sido despojado, desprendido de todo; porque es libre de todos y de todo, y de él se puede decir en verdad que «ha dejado la muerte atrás», pues todo su «bien» está en Dios y únicamente en Él. Soberanamente libre es el que no ambiciona ni teme nada: no ambiciona nada porque cualquier bien realmente importante lo obtiene de Dios; y no teme nada porque nada tiene que perder o defender, ya que no posee enemigos ni se siente amenazado por nadie. Es el pobre de las Bienaventuranzas, desprendido, humilde, misericordioso, manso, trabajador por la paz.

En El primer círculo, de Solzhenitsin, podemos encontrar una alegoría de esta verdad.

La obra, ambientada en la época de la dictadura estalinista, narra la entrevista entre un prisionero político, un «zek», y un alto funcionario del Partido. El primero ha sido encarcelado, lleva años de gulag y ha perdido a su familia en los bombardeos. El funcionario, por su parte, disfruta de libertad y es rico y poderoso, pero tiembla sin cesar, porque en el contexto en el que se desarrolla la obra corre el peligro de —un día u otro— convertirse en víctima de una de las continuas purgas que acabe con él en la cárcel. Además tiene necesidad de los servicios de este científico «zek» para un proyecto que le han pedido que lleve a cabo y en el que se juega su carrera; de ahí que trate por todos los medios de convencerlo para obtener su colaboración. En el diálogo, Solzhenitsin muestra con enorme habilidad cómo el hombre libre, que es en definitiva quien lleva la batuta, no se identifica con el poderoso funcionario, sino con el preso que no tiene nada que perder. En caso necesario, se halla dispuesto a volver a Siberia: sabe que, incluso en tan terribles condiciones, se puede continuar siendo un hombre.


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Actividad para la casa

Sé creativa/o y busca los insumos necesarios para la creación del vídeo según el tema tratado en clase.