Sesión 2: La vida es un regalo y una tarea: ser felices
PROPÓSITO
Que comprenda de manera integral el concepto de sexualidad y los diferentes aspectos que esta involucra.
Introducción
Se presenta a Juan el personaje central de la historia quien acaba de perder a su padre. Juan encuentra el «Libro Azul» un cuaderno que contiene varios apuntes de su padre. Es así que inicia la lectura de este libro siendo el primer tema a tratar la sexualidad.
La sexualidad: definición e importancia
Lectura
Juan estaba muy contento con su descubrimiento. De alguna manera su papá lo acompañaba y eso servía para mitigar su dolor. Una vez en la escuela, lo primero que hizo fue buscar a Betty y mostrarle su nuevo tesoro. Ella era su gran amiga (y su «enamorada») y sentía muchas ganas de compartirle lo que su padre le había dejado. –Lo encontré en su estudio– le dijo al mostrarle el libro. –¿A ver? Oye, ¡qué interesante! ¿Me lo dejas en la siguiente hora? Faltó el profesor. Quiero leer un poco para ver qué tal. Juan la miró con cara de advertencia y finalmente se lo dejó. La relación entre ellos no había sufrido ningún problema desde que empezaron a salir, pero en realidad todo había sido acompañar a Juan en su dolor, lo cual siempre une. Las cosas empezaban a volver a la normalidad y ella tenía miedo de que algo no funcionara. Por eso su interés en leer el cuaderno. El primer capítulo lo devoró con ganas. Ciertamente muchas veces había pensado que la sexualidad era mucho más que tener relaciones. Entonces empezó a entender por qué. La última pregunta la dejó entusiasmada: ¿Cómo haré para encontrar con otra persona mi felicidad? Por eso siguió leyendo para ver que más encontraba entre los apuntes del papá de Juan.
La vida es un regalo y una tarea: ser felices.
En estos días, a raíz de mi enfermedad, me he dado tiempo para pensar. Es inevitable. Saber que moriré ha provocado en mí mirar mi vida, evaluarla y valorarla. Valorar sobre todo lo que tengo y he logrado en todo este tiempo. Amo a mi familia. Antes no tenía tiempo para darme cuenta de lo afortunado que soy y de dar gracias... por eso ahora sé por qué muy pocos lo hacen. La clave para entender esto es verse a uno mismo y descubrir lo esencial para saber después hacia dónde va. Ahora entiendo que la vida, a pesar de sus complicaciones, es un regalo que contiene en sí misma una tarea: ser feliz. La felicidad... y la gran pregunta de todos: ¿cómo llegar a ella? La primera tarea es conociéndonos, entendiendo nuestra naturaleza como personas. Lo primero es saber que existe una unidad muy profunda entre nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Entre lo «exterior», lo que se ve y lo «interior», lo que no se ve. El cuerpo expresa a la persona entera. (Esquema 2. A)
Cuando acaricias a alguien en realidad no estás «tocando un cuerpo». Estás acariciando a alguien, una persona. Cuando alguien que quieres te acaricia no toca un «pedazo de ti». Te toca a ti, una persona. La unidad hace que el cariño de una caricia sea muy especial. Pero también la misma unidad exige que tengas un profundo respeto por el otro. De ahí que el cuerpo sea tan importante como nosotros mismos. Esto nos reafirma que la sexualidad abarca a toda la persona. Cuando se da una relación sexual, puede parecer que se involucran dos cuerpos. En realidad no es así: están en relación dos personas. Por eso todos tenemos que respetar nuestro propio cuerpo y el cuerpo de los demás. Porque todos somos personas. Todos los cuerpos son personales, son alguien y no cosas. Una persona es un «yo» en otro. Es lo mismo que tú eres por dentro, pero en otro fuera de ti. Siempre pedimos que nos respeten. Lo primordial es empezar respetando a los demás con esa misma fuerza. Respetar el cuerpo, la intimidad, la sexualidad propia y del otro es uno de los gestos más grandes de respeto. No dejes que nadie te use y nunca uses a nadie para obtener placer. Eso sería simplemente despreciable.
De nuestra unidad entre cuerpo y espíritu nacen 3 niveles de acción: el nivel espiritual, el nivel físico y el psicológico. (Esquema 2.B) El nivel espiritual incluye principalmente el pensar y el amar. El nivel físico es el más externo. En él no hay libertad. Por ejemplo para hacer la digestión, el latido del corazón, la respiración, etc. El nivel psicológico es intermedio: tiene parte de libertad y parte de «no libertad». Es el nivel de los sentimientos, los estados de ánimo, el humor, el carácter. Este nivel se entiende con un ejemplo: el miedo. Decimos “Algo me da miedo”. El miedo, en parte, no depende de nosotros, «nos viene de afuera». Al mismo tiempo no es totalmente inevitable o fuera de nuestro control: podemos llegar a contenerlo. Si es necesario actuamos a pesar del miedo, como cuando el bombero sube en medio de las llamas a rescatar
a alguien: no deja de sentir miedo pero lo supera porque otra persona depende de él. Por eso es un nivel intermedio: no está en nuestras manos que surja pero al mismo tiempo la libertad puede y debe orientar toda su fuerza. La relación entre los tres niveles se representa muy bien con un gráfico en forma de pirámide (o triángulo de tres partes) (Esquema 2.C) La mejor forma de tener «nuestra pirámide» es alineada. Así somos dueños de nosotros mismos: nuestra inteligencia y nuestra voluntad ven lo bueno y mandan al resto (nuestros sentimientos y nuestro cuerpo) que lo sigan. Pero a veces no es tan fácil. Vemos algo que es bueno, lo queremos hacer, pero no podemos. Nuestra pirámide está como partida. Nuestros sentimientos no acompañan nuestra decisión. Es la no integración, que da lugar a la hipocresía, el engaño y muchas cosas más. Se puede decir en una palabra: la confusión. (Esquema 2.D) De este modo es más difícil amar, pues podemos caer constantemente en el capricho.
En cambio si vamos descubriendo lo bueno y lo hacemos, nuestra pirámide estará cada vez más centrada. Nos sentiremos enteros, unificados por dentro y por fuera y por lo tanto más tranquilos. Quien encuentra lo que es verdaderamente bueno y vive de acuerdo a ello (aunque cueste), es auténtico y empezará a descubrir el camino de la felicidad. Ése es el camino a la felicidad. El saberme útil y capaz de dar. Saber que puedo aportar a los demás, desde lo que descubro como bueno y así llenar mi entrega de sentido. Hoy en día estudios muy profundos de psicología han demostrado que el sentido es lo que más necesita la persona para encontrar su felicidad. Así se puede entender la vida misma como un regalo. Pero además es una tarea, algo que hacer.
Crecer es la palabra que define nuestra misión como personas. Porque desde el momento mismo de la concepción todo está presente en nosotros. Pero está presente como la lana de un ovillo enrollado. La naturaleza, con el crecimiento del cuerpo, es la primera que va desenrollando nuestro hilo. Pero nosotros también tenemos que desenvolver nuestro hilo interior. Eso quiere decir que tenemos que perfeccionar nuestras cualidades, aprender cosas e ir madurando tanto en el nivel psicológico como en el espiritual. No es lo mismo ver la vida con ojos de un chico pequeño que con los ojos de un adolescente como tú. Nuestra inteligencia aprende cosas nuevas y amamos de una forma distinta, cada vez más madura. Nuestros sentimientos cambian: en una época a las chicas no les gustan los chicos y viceversa. Pero después, hacen hasta lo imposible para llamar su atención y estar juntos. Pero en la misma adolescencia hay cambios: primero el gusto de los chicos es «por las chicas» y lo mismo de parte de ellas. Luego ya no son «las chicas» sino «determinadas» chicas. Ya pasamos de ser los enamoradizos a buscar una persona un poco más especial. Este proceso, si sigue normalmente, nos lleva a tener la suficiente madurez y el equilibrio para saber lo que queremos para nuestro esposo o esposa. Sea que encontremos nuestra pareja de inmediato o sea que tardemos un poco, ya somos maduros para asumir responsabilidades. Pasamos de ser unos chiquillos que «saben poco» a unos adultos maduros y responsables (y esto sin pensar que ser un chiquillo «sabe–poco» es malo ni que todos los que crecen en edad y estatura son realmente adultos maduros). Dicen los estudiosos que una persona llega a su madurez cuando es “físicamente sana, emocionalmente estable, socialmente responsable y abierta a los valores del espíritu”. Así se entiende tu vida misma como regalo y como tarea, como misión. (Esquema 2.E)
Por eso es importante saber que hay cosas que se pueden hacer y otras que no. Y no porque alguien las prohiba, sino porque nosotros necesitamos orden para crecer y lograr ser felices. Quien no tiene orden para ver los valores que alimentan la libertad y el amor, difícilmente encuentra su camino hacia la felicidad. Sólo desde una actitud madura, se pueden asumir los grandes retos que la vida plantea. Sólo desde esa conciencia se puede entender y hacer cosas que hasta podrían parecer heroicas, como dejar una fiesta para cuidar a alguien enfermo de la familia o ayudar en el aseo de un enfermo, por más que esto sea desagradable, o pasar una noche en vela para ayudar a un hermano en una tarea del colegio. Pequeños actos que hablan de grandes esfuerzos personales que nadie puede obligarnos a hacerlos si no estamos convencidos de ellos. Ésta es la clave del auténtico amor: dar más allá del sentimiento. Donarnos a nosotros mismos por el bien de otro aunque nos cueste. Por eso es importante aprender a ordenar la escala de valores, sólo así lo entenderemos. Pero cuidado, en el amor verdadero no hay pérdidas, todo es como invertir (como el ahorro). A la vez que te entregas «renunciando a ti mismo» descubres una profunda tranquilidad y bienestar. Te sientes útil, una persona con sentido y que todo lo que haces por el otro vale la pena. Por lo tanto en el fondo no renuncias, sino que obtienes lo que más te conviene. La siguiente historia confirma esto que escribo: se trata de un hombre joven (33 años) que lo dejó y arriesgó todo, hasta la propia salud, para vivir en una isla poblada sólo por leprosos. Es al historia del padre Damián de Veuster, sacerdote católico belga que vivió en la isla Hawaiana de Molokai hasta su muerte. Durante quince años convivió con los leprosos, ayudó a mejorar su sistema de vida, los cuidó y alentó en la enfermedad y compartió con ellos sus sufrimientos. No perdió la esperanza y cuando lo quisieron trasladar él no quería dejar a la gente con la cual había compartido su vida. Murió contagiado de lepra. Los habitantes del lugar aprendieron a vivir con dignidad, aceptando su enfermedad y aprendiendo a valorar y hasta disfrutar de sus vidas. Para muchos la muerte del padre Damián podría ser entendida como un fracaso. Pero en realidad su obra trascendió su propia muerte y hoy es ejemplo de entrega heroica capaz de realizar grandes cambios. Ser capaces de realizar actos heroicos exige mucha madurez de parte de uno para saber entregarse y dar (Cap. 2).
Escucha ahora la explicación del profesor
ra en lugar de esclavizarte. Por eso tampoco cometas la estupidez de querer tener éxito si vives tan irracionalmente indomable como el río de montaña.
Actividades de refuerzo
Y de pronto el vigoroso río de montaña comenzó a disfrutar de una nueva sensación: la de toda su fuerza y la de su capacidad para dirigirla. Ya no se encontraba, él mismo, sometido inevitablemente a los vaivenes de las lluvias y los deshielos. Una extraña experiencia de serenidad y sosiego, podría convivir con la palpitación de toda su pujanza. De su brioso poderío. De su inagotable renovación. De su ritmo. De su vitalidad.
Resumen
Nuestro mundo busca la libertad, pero lo hace en la acumulación del tener y el poder, y olvidando esta verdad esencial: sólo es verdaderamente libre aquel al que no le queda nada que perder porque ya ha sido despojado, desprendido de todo; porque es libre de todos y de todo, y de él se puede decir en verdad que «ha dejado la muerte atrás», pues todo su «bien» está en Dios y únicamente en Él. Soberanamente libre es el que no ambiciona te científico «zek» para un proyecto que le han pedido que lleve a cabo y en el que se juega su carrera; de aombre.
Actividad para la casa
Sé creativa/o y busca los insumos necesarios para la creación del vídeo según el tema tratado en clase.