Sesión 1: ¿Por qué obedecer?

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PROPÓSITO

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El propósito de esta sesión valorar la obediencia,

para fortalecer el principio de autoridad.

INTRODUCCIÓN

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La obediencia es una actitud responsable de colaboración y participación importante para las buenas relaciones, la convivencia y las tareas productivas. La acción de obedecer es aquella en la que se acatan normas, órdenes, reglas y comportamientos. No todos los jóvenes aprenden a ser obedientes de la misma manera y en el mismo tiempo. Todo dependerá de cómo se inculca ese valor y del carácter que tenga cada uno.

La obediencia no se determina por el afecto que puedas tener hacia la persona que autoriza, manda o pide, se concentra en realizar la tarea o cumplir el encargo que se te encomienda, sin pedir nada a cambio. La obediencia no tiene nada que ver con la sumisión y eso lo sabe bien quien está acostumbrado a decidir y actuar desde la libertad. La obediencia es comportarse con responsabilidad y consecuencia.

ECHA UN VISTAZO

Lee el texto con atención.

¿Por qué obedecemos?

El término obedecer describe la actitud con la cual respondemos a requerimientos de parte de alguien que tiene el poder para ofrecernos o negarnos beneficios o para imponernos castigos, es decir, para imponer su voluntad sobre nosotros. En ese sentido, la obediencia es absolutamente distinta de la acción libre y voluntaria: cuando una persona en la calle nos pide direcciones, y se las damos, no le estamos “obedeciendo”. Podríamos negarnos a dárselas, y la persona podría molestarse por ello, pero habremos cometido un acto de descortesía o de poca amabilidad, no de “desobediencia”.

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La obediencia puede a su vez ser voluntaria, o no. La obediencia voluntaria es aquella que brindamos convencidos de que hacerlo nos traerá beneficios: por ejemplo, cuando obedecemos al semáforo en rojo. Al contrario, la obediencia no voluntaria es aquella que brindamos no obstante el convencimiento de que al obedecer vamos a sufrir algún costo, pero pensando que este será excedido por el beneficio de obedecer: por ejemplo, cuando entregamos la billetera a un asaltante.

¿Por qué obedecemos? La respuesta evidente es que lo hacemos por simple miedo a las consecuencias de no hacerlo. En el caso de la obediencia voluntaria, miedo a chocarnos si no paramos en el semáforo en rojo. En el caso de la obediencia involuntaria, miedo al golpe del asaltante. En cualquiera de los dos casos, nos hace obedientes la conciencia de potenciales consecuencias negativas.

¿A eso se reduce la vida? ¿A la obediencia por miedo? ¿Es el miedo el único motivante legítimo al que pueden y deben recurrir las figuras de autoridad para lograr comportamientos socialmente deseables? Quienes valoramos la libertad decimos que no. Concebimos un mundo en el cual la imposición por miedo de unos sobre otros, o de reglas y normas sobre todos nosotros, no tiene por qué constituir el límite de la experiencia humana. Vemos cuánto más valiosa resulta la vida cuando damos direcciones en la calle a una persona desconocida, no porque pueda hacernos algún daño si no lo hacemos, sino porque nos nace libremente, y nos complace ser amables.

No desconozco la necesidad de reglas y normas. Como ha escrito Ronald Heifetz, “la vida social depende de la autoridad”. Pero la vida social puede ser infinitamente más rica y satisfactoria si da cabida a la expresión libre -no por obediencia- de las ideas, sentimientos y actitudes de todos nosotros, dentro de límites impuestos no desde afuera, sino que nos imponemos nosotros mismos, libre y voluntariamente, por respeto. Hay quienes nos dicen que pensar así es soñar en utopías irrealizables. Ellos seguirán buscando imponernos qué pensar y cómo hacer. No comprenden, tal vez porque no la conocen, la simple belleza del amor, que es la manifestación más pura de aquello que sentimos libremente, y nunca por obediencia.

Adaptado de https://www.elcomercio.com/opinion/obedecemos.html

CONÉCTATE

Escucha a tu profesor atentamente.

En una cultura individualista, donde se busca la afirmación de sí mismo sobre todas las cosas, se hace muy difícil entender la obediencia.

Para nuestra cultura, la obediencia, lejos de ser una virtud –algo valioso, bueno, meritorio– es algo malo, o al menos deseable que se evite. Es bueno mandar, es malo tener que obedecer. Si hay que hacerlo se hace, ya que así son las reglas. Se parte de una especie de contrato: cedo en algunas cosas para ganar en otras: para evitar problemas, tener seguridad, etc. En el fondo, siempre motivos de conveniencia personal; me someto y obedezco leyes, para que las leyes me protejan de los demás.

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Pero para un cristiano el punto de referencia es Cristo. Es el modelo a imitar. Y Cristo quiso, Él mismo, obedecer. Dios se hace hombre y quiere someterse a unos padres (María y José) muy santos pero muy inferiores a Él; a las leyes religiosas (se circuncida, asiste al Templo…); a las autoridades civiles (nace en Belén por cumplir con un censo, paga impuestos…). Además, lo enseña: presenta la obediencia como una virtud fundamental para sus discípulos.

Y los primeros cristianos así lo entendieron, valoraron y vivieron.

REFUERZA

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Observa el video sobre la obediencia y luego responde las preguntas.

https://www.youtube.com/watch?v=W6n6RzGAvkY

1. ¿Por qué es importante obedecer?

2. ¿Qué significa obedecer con gozo? ¿Será lo mismo obedecer libremente?

3. ¿Qué nos hace la obediencia?

4. ¿Tu obediencia es por convicción o por miedo? En tu caso, ¿a quién debes de obedecer?

ATERRIZA

Luego de haber estudiado el tema de esta sesión, podemos llegar a las siguientes conclusiones:

La obediencia en todo cristiano es un acto libre que busca realizar la voluntad de Dios en la propia vida, para identificarse con Jesucristo, que es el modelo de todo hombre. Si analizamos la historia de la humanidad y vemos la obediencia desde el inicio, quizá nos preguntemos lo siguiente:

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¿Qué nos trajo la desobediencia de Adán?

Muerte, separación, desobediencia.

¿Qué nos trajo la obediencia de Cristo?

Justicia divina para todos los que lo aceptan como Redentor, paz, amor verdadero, una nueva creación, una nueva tierra y un cielo nuevo, vida eterna.

Al ser obediente tu corazón vive tranquilo y no tiene “quien lo persiga”. Por el contrario, al ser desobedientes, sientes como que te “sigue” algo, hasta que te alcanza. ¿Sabes qué te alcanzó? “La consecuencia” y a veces no es nada agradable. ¿La obediencia sienta bien al ser humano? Como cualquier virtud, la obediencia mejora al ser humano. En este caso, le facilita la vida en sociedad, frena el orgullo, dispone a cumplir la voluntad de Dios y ejercita el amor.

La obediencia es una decisión, no una imposición. (Daniel era joven y propuso en su corazón no contaminarse y obedecer en todo).

¿A quién obedecemos?

A Dios (Efesios 5:6-8).

“Que nadie os engañe con vanas razones, pues por eso viene le cólera de Dios sobre los rebeldes. No tengáis parte con ellos. Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz”. Y vivir como hijos de la luz, implica hacer la voluntad del Padre y guardar sus mandamientos.

La obediencia a Dios es prueba de sensatez y camino seguro de felicidad; aunque a veces los deseos divinos no coinciden con nuestros gustos.

COMPARTE

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Comparte el tema en casa y reflexiona sobre tu obediencia a tus padres y profesores y responde de forma personal:

  1. ¿Crees que obedeces a tus padres en horarios, usos de las redes, amistades?
  2. Si crees que lo has logrado, ¿cómo ayudarías a tus hermanos o compañeros a lograr obedecer sin molestarte?
  3. Escribe un compromiso: ¿Qué harás para que cada día sea más inteligente tu obediencia?