Sesión 3: Orgullo en el trabajo

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PROPÓSITO El estudiante aprende que el trabajo dignifica al hombre.

Introducción

El texto muestra una fábula de Esopo la cual demostrará el valor del trabajo para nuestro desarrollo personal.

Lectura

“El granjero y sus hijos “ Esopo

Un granjero que estaba a punto de morir y deseaba comunicar a sus hijos un importante secreto, los llamóy dijo: –Hijos míos, moriré dentro de poco. Por tanto, sepan que en mi viñedo hay un tesoro oculto. Caven y lo encontrarán. En cuanto el padre murió, los hijos empuñaron azada y rastrillo y removieron una y otra vez el terreno, en busca del tesoro que supuestamente estaba enterrado allí. No encontraron nada, pero las viñas, con la tierra tan removida, produjeron una cosecha como jamás se había visto. No hay tesoro sin esfuerzo.”

–El viejo los fastidió –fue el primer comentario que hizo Manuel al terminar la lectura en el grupo de trabajo. Juan pensaba algo parecido del Viejo «vivo» que engañó, hasta después de muerto, a sus hijos. Sin embargo no estaba del todo de acuerdo con Manuel. En realidad le costaba estar de acuerdo en algo con Manuel pero en este caso no lo dijo. –Eso es todo lo que se te ocurre decir... –«saltó» inmediatamente Betty. –¿Qué quieres que diga? El viejo es un vivo que quiso fastidiar a sus hijos haraganes y lo consiguió. Me pareció astuto. Aunque –se quedó pensando un momento–, ¿encontraron o no encontraron el tesoro? No lo entiendo al ridículo este de Risoto... –«Esopo» –corrigió Julia–. Y no es ningún ridículo. Es uno de los escritores más famosos de la historia.

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–Será –intervino esta vez Julieta–, pero su cuentito me pareció de lo más estúpido. El viejo me cae mal. Si hubiera habido tesoro, bueno. Pero no dejar nada y hacerlos trabajar por gusto... Me parece una estupidez. En realidad me parece una jugada de pésimo gusto. –Como quieras –le contestó Betty–. A mí el viejo más que desgraciado me pareció muy inteligente y les hizo un bien a sus hijos. –¿Qué dices, nena? Los tipos se mataron trabajando sólo porque un viejo a punto de morir les hizo su última broma. Si eso no es ser desgraciado... –Sí, pero hasta una tarada como tú se puede dar cuenta de que lo que Esopo quiere decir es que... –¡¿A quién le dices tarada?! Betty ya iba a responder pero no pudo. Parado en la puerta estaba Don Alejo, quien había sido atraído por los gritos de las alumnas.

Don Alejo miraba divertido a sus dos alumnas. Habían crecido, pero por momentos se comportaban como auténticas niñas. –Ella empezó –acusó Julieta–. Me dijo «tarada». –Dijo una taradez... es una tarada –contestó secamente Betty. En ese momento por poco se arma otro escándalo. –Calma, jovencitas... –dijo por primera vez el director. La segunda fue un grito–: ¡O se calman o las expulso...! El efecto de silencio fue inmediato. Don Alejo las sentó y se mantuvo callado un rato hasta que pensó que todo volvía a la normalidad. Entonces empezó el interrogatorio. –Me pueden explicar civilizadamente de qué discutían. A ver, Julieta, explícame... –Ella me gritó tarada... –Esa parte ya la sé –la interrumpió el viejo profesor–. Me interesa saber por qué ella dijo eso. –Es que el profesor Lorenzo nos dio a leer una fábula de Esopo. Quería análisis de contenido. Y el viejo se aprovechó de... –¿Qué viejo? –interrumpió el viejo.

–Ah, perdón. Es que leímos la historia de un viejo que le dijo a sus hijos que en su campo había un tesoro. Ellos lo buscaron y no había nada. Pero removieron tanto la tierra que tuvieron una buena cosecha. El viejo se aprovechó de sus hijos, les mintió y los hizo trabajar por gusto. No tenía derecho a engañarlos así. –¿Eso te pareció una «taradez», Betty? –Sí –dijo ella avergonzada–. Es que me sacó de mis casillas. A mí me parecía un buen ejemplo. El viejo sabía que sus hijos, si no pensaban en el oro, no hubiesen hecho nada. –Hubiera sido más fácil vender el terreno, repartirlo en partes iguales y se quitaban de problemas. Es que no tienes mente práctica... –interrumpió Julieta. –Mira quién habla... la «super empresaria». Ya comenzaban otra vez si Don Alejo no las hubiese atajado. –Tranquilas. A ver, Julieta. Creo que no estás entendiendo bien la fábula. Lo que Esopo quiere destacar es que los verdaderos tesoros se logran trabajando. Si lo ves con ojos modernos es lo mismo: hoy parece que lo mejor es sacarse la lotería (que sería la versión moderna de encontrar un tesoro) y vivir con mucho dinero sin necesidad de hacer nada.

–¿Qué tiene de malo obtener dinero de manera más fácil que trabajando? –cuestionó Julieta cuando se sintió acorralada. –Es un concepto errado. El trabajo en sí es un tesoro. No se trabaja únicamente para tener dinero o poder comprar cosas. También es importante satisfacción interna. Una persona que trabaja pone parte de sí en lo que hace. Quien trabaja, si lo hace con buena disposición, crece con el trabajo. Se vuelve útil para sí mismo y para los demás, especialmente para su familia. –Justamente es por la familia que hay que ganar dinero suficiente, para mantenerla –parecía que para Julieta el dinero era lo único que contaba. –Tienes razón y te equivocas. Una persona que sabe trabajar puede sacar a los suyos adelante en toda circunstancia. Es decir, por más que por cualquier circunstancia pierda dinero, puede volver a conseguirlo. Ése es el verdadero tesoro que el viejo les quiso dejar a sus hijos. Tal vez se sintieron defraudados al no encontrar un cofre lleno de oro, pero aprendieron lo que es lograr un fruto con trabajo duro. El dinero de un cofre se podía acabar sin dejarle nada a ellos (y por lo que he aprendido, ese dinero desaparece más rápido que el otro), en cambio el dinero obtenido por sus manos, de una u otra forma, siempre estará allí. –Pero el campo lo podrían haber trabajado los empleados... –Julieta seguía terca.

–Entonces los hermanos no sabrían lo que es el trabajo duro ni la satisfacción de ver los frutos de su esfuerzo y por lo tanto no lo harían. Sería lo mismo que dejarles el tesoro. Cuando se pierde el sentido verdadero del trabajo se empieza a creer que solamente es para tener dinero. Y se pierde el sentido del trabajo cuando te alejas de él. Pero no, el trabajo es mucho más que dinero. –¿Qué más? –cuestionó esta vez Betty. –Mucho más. Por ejemplo para mí trabajar es ver entrar chi-cos pequeños que son toda una promesa, ayudar a que esa promesa se vaya haciendo realidad y finalmente ver salir hombres y mujeres que al menos algo han recibido de mí para ser mejores y más felices. ¿Ustedes creen que todo el dinero del mundo puede pagar la satisfacción de ver volver a un alumno 10 años después, casado y con hijos, a agradecerme el haberle enseñado?

Betty pensó que aunque no regresara a decirlo, ella estará siempre agradecida. –El trabajo tiene dos partes casi igualmente importantes: por un lado, ayuda a que la persona se realice. Por otro, hace que todos tengamos la oportunidad de mantener a nuestras familias. Por último la lección que nos da Esopo es que el trabajo duro se aprende trabajando, no mirando trabajar. Sus hijos, movidos por interés, aprendieron el valor del trabajo en la cosecha que tuvieron. Ese tesoro ya no lo van a perder nunca. –¿Entonces soy una tarada, Don Alejo? –preguntó compungida Julieta. –No, hija. Solamente tenías otro punto de vista. Espero que con esto lo pienses mejor. El trabajo es importante, pero por varios motivos, no solamente el dinero. Ahora en lo que respecta a ti, Betty, no debiste haberla insultado. Ahora pídele disculpas. Las compañeras, mucho más tranquilas, se disculparon. Julieta estaba contenta de que Betty se disculpara, pero no se podía sentir muy orgullosa, porque en el fondo ella no tenía razón.

–Hoy las dos se van a quedar juntas a hacer tarea en la biblioteca luego de clase. Llamen a sus casas para avisar. Bueno, después de todo y a pesar de la pelea que habían tenido, no les fue tan mal. En el salón todos creían que seguía una pelea callejera femenina, pero no fue así. Julieta aceptó la posición de Betty. Mientras Don Alejo hablaba, Julieta recordó que su papá había sido muy pobre de pequeño y que gracias a su propio esfuerzo pudo levantar su negocio actual. Le vino a la mente la vez en que entraron ladrones y se llevaron todo. Ella había pensado que nunca más lo recuperarían. Pero su padre, acostumbrado a trabajar, sólo dijo: “Gracias a Dios no me cortaron las manos ni le hicieron daño a mi mujer o a mis hijos. Puedo trabajar... hay esperanza”. Era verdad. Julieta, como muchos de nosotros, nunca dejará de asombrarse de que sea necesario que venga alguien de afuera para aprender ciertas cosas que las tenemos al alcance de las manos.

Escucha ahora la explicación del profesor

Recordemos algunas enseñanzas de la Iglesia según Laborem exercens:

  • La fatiga a veces pesada, que desde entonces acompaña al trabajo humano; pero no cambian el hecho de que éste es el camino por el que el hombre realiza el «dominio», que le es propio sobre el mundo visible «sometiendo» la tierra.
  • El trabajo es un bien del hombre. Y es no sólo un bien «útil» o «para disfrutar», sino un bien «digno», es decir, que corresponde a la dignidad del hombre, un bien que expresa esta dignidad y la aumenta.
  • El trabajo es un bien del hombre —es un bien de su humanidad—, porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido «se hace más hombre».
  • El trabajo es el fundamento sobre el que se forma la vida familiar, la cual es un derecho natural y una vocación del hombre.

Actividades de refuerzo

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Resumen

Hoy parece que lo mejor es sacarse la lotería (que sería la versión moderna de encontrar un tesoro) y vivir con mucho dinero sin necesidad de hacer nada.

Actividad para la casa

1. Escribe el tema de la fábula “El granjero y sus hijos” y dos ideas principales del texto.

2. ¿Por qué dice Don Alejo que el trabajo es un tesoro en sí mismo?

3. ¿Por qué fue más importante el tesoro que les dejó el viejo a sus hijos que si les hubiese dado dinero?

4. Si no se trabaja únicamente para obtener dinero ¿qué otras motivaciones hay en él?

5. ¿Cuáles son las dos partes del trabajo?