Diferencia entre revisiones de «Sesión 3: El problema de Lucía»

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== Lectura ==
== Lectura ==
Todos conocían a Lucía y Gustavo. En la escuela se les
conocía como “la pareja”, porque llevaban dos años de novios y siempre se
les veía muy felices juntos. Lucía era una chica muy sociable, y Gustavo era
un chico muy seguro de sí mismo, de esos que siempre están en el centro
de todo.
Pero de repente las cosas cambiaron. Por alguna extraña razón la
hermosa sonrisa de Lucía desapareció y cada día estaba más retraída. Sus
calificaciones comenzaron a bajar y siempre parecía cansada y aburrida.
Lucía y Elena eran amigas de chiquitas y aunque no frecuentaban el
mismo colegio, su amistad, que había empezado en el parque infantil,
se había mantenido. Últimamente se habían convertido en amigas más
cercanas. Elena se dio cuenta de que Lucía necesitaba conversar con
alguien, así que decidió prestarle ayuda sin hacerle preguntas.
Sin embargo, el tamaño del problema de Lucía y la forma emocional
en la que Lucía hablaba de ello, la abrumó completamente y no sabiendo
qué hacer ni con quien hablar, había huido al lago a estar sola y pensar.
Haber visto de repente a este muchacho con sus ojos llenos de afecto, la
tomó por sorpresa y no pudo más que confiar en él… ya que él tenia cara
de querer oírla. Y es así que empezó a abrir su corazón y contarle todo lo
que sabía.
Lucía le había contado que luego de dos años de novios el tema de las
relaciones sexuales había salido, pero no mucho. A pesar de tener claro que
no quería ese tipo de relación, como es normal, ella empezó a sentir ganas
de una experiencia nueva y más profunda. La curiosidad iba creciendo.
“Esto va a acrecentar nuestro amor” –le decía Gustavo, aumentando la
presión–. “Déjame mostrarte cuánto te amo. Tú y yo ya no somos chiquillos
y nos amamos. Es hora de que lo hagamos de verdad. Además tú no sabes
lo que significa para un hombre que su novia lo bese y después lo mande
a casa sin nada más. Ustedes las mujeres, como no les pasa lo mismo, son
muy injustas. Suéltate y descubriremos un mundo nuevo”.
–Todo fue en subida hasta hace un par de meses–continuó Elena–.
Una tarde los padres de Lucía tuvieron una pelea muy fuerte. Su papá salió
de la casa a los gritos diciendo que allí nadie lo entendía, que mejor estaría con una amante. Su madre también gritaba y lloraba mientras lo echaba.
Fue muy fuerte para Lucía. Aunque era de noche fue a casa de Gustavo.
Este desgraciado abusó de la situación.
–Entiendo –Andrés iba molestándose cada vez más –. Sigue.
–Primero la recibió muy bien –explicó la muchacha–. La escuchó
un rato y le ofreció que se quedara con él todo el tiempo que quisiera.
No tendrían que preocuparse por sus papás: miraban televisión y no
molestarían. Verdaderamente la trató como a una reina... y también
empezó con las caricias. En un momento, cuando ella vio que se pasaba de
la raya, intentó poner su última defensa. Él se hizo el ofendido y le dijo que
parecía que ella no lo quería. A Lucía estas palabras le sonaron muy duras.
Era demasiado, dos veces de lo mismo. Así que cedió en todo...
–Entonces tuvieron relaciones –completó Andrés.
–Sí –reconoció Elena con cierto tono de decepción–. Lo peor es que
ella no supo si sentirse feliz o enojada. Nadie notó que pasó gran parte
de la noche en casa de Gustavo. Teóricamente debía ser la noche más
hermosa de su vida, la que siempre había soñado, pero había pasado casi
de contrabando... cuando me lo contó, lloraba. Estaba realmente triste.
Andrés callaba, tenía la mirada fija en una piedra.
–Pero eso no es todo –continuó Elena–. Gustavo ya no la quiere como
antes, o al menos eso siente ella. Ahora él sólo busca lugares solitarios y
no hablar… sino pasar nuevamente a la acción. Ella necesita hablar más
que nunca. Además su papá volvió a la casa unos días después, muy
arrepentido. En la familia hubo un cambio. Empezaron a ver a un terapeuta
porque se dieron cuenta de que los problemas eran reales y ahora quieren
resolverlos. ¡Parece una broma del destino!
Elena estaba tan conmovida que no parecía de diecisiete años. –Y lo
peor es….que… ¡resulta que Lucía ahora está esperando bebe!
–Vamos, mi tío Alfredo es el hombre… –dijo Andrés y se paró con
decisión–. Vamos a pedirle ayuda.
* * *
Lucía había tenido un día difícil. Todo había comenzado con Bárbara,
una chica de su colegio con fama de «conocedora de la vida» amiga de
Gustavo y de Lucía.
–Y ahora estoy desesperada… –le dijo luego de contarle en pocas
palabras su problema–Mi familia saliendo a duras penas de sus problemas
y Gustavo no quiere saber nada. Estoy sola con el embarazo. No quiero
ser el motivo de más peleas. ¿Cómo van a reaccionar mis viejos? ¡Justo
ahora...! –las lágrimas de impotencia brotaban de sus ojos.
–Pero no tienen que enterarse... –el tono de Bárbara
puso en guardia a Lucía. Pero al menos ella no la recriminaba.
–¿Cómo? El embarazo se va ver en algunos meses –dijo
Lucía preocupada.
–Existen muchas formas de hacer que tu panza «no se
note» –dijo Bárbara enfática.
–¿A qué te refieres? –preguntó Lucía entre ingenua y
atontada por la situación.
–Déjalo en mis manos... –pidió su compañera–. Sé de
alguien que nos puede ayudar. Te busco luego del colegio mañana.
* * *
Luego de clases Bárbara la había buscado. –Todo solucionado –le dijo
casi emocionada–Mi amigo nos espera.
–¿De qué se trata, Bar? –preguntó Lucía con poca energía.
–Ya lo verás –respondió enigmática la muchacha–. Tenme confianza.
Ven.
Lucía estaba inquieta. Tuvo cuidado de evitar a Elena. Algo en su
interior le decía que ella no estaría en la misma onda de Bárbara.
Caminaron en silencio un rato hasta llegar a una casa. Bárbara conocía
el lugar. Primero las atendió una secretaria. Había otra chica sentada frente
a ellas con cara de angustia. De pronto un hombre salió y las hizo pasar a
una oficina. Aunque sonreía no inspiraba confianza.
–Bárbara, ¿ésta es tu amiga? –preguntó–. Bueno, niña, sé que tienes
un problema. Nosotros te lo podemos resolver. Muchas chicas como tú
vienen desorientadas y aquí las ayudamos a salir adelante, eliminando su
problema.
Lucía empezó a sentir miedo en silencio.
–Tú no querías quedar embarazada –continuó el hombre–, «fue un
accidente» como suceden tantos a diario. ¿Por qué cargar con el resultado?
Tener un hijo es algo que se tiene que hacer con amor... y éste no es tu
caso. No te echo la culpa, sólo quiero facilitarte una salida «cómoda».
Lucía oía lejanamente. El doctor (por lo menos ella creyó que era
médico) continuó con su presentación.
–Por una modesta suma de dinero… –alcanzó a entender Lucía entre
su aturdimiento– y luego podrás continuar con tu vida normal. Piensa en
tu futuro... y en la tranquilidad de tus padres.
Lucía tardó en reaccionar.
–¿Usted quiere que me... haga un aborto? –dijo arrastrando cada
sílaba.


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–Yo no lo llamaría así –corrigió el doctor, aumentando su esfuerzo por
parecer simpático–. Son apenas unas células. Se trata de tu propio cuerpo,
puedes hacer lo que quieras con él.
–Pero no tengo dinero... –se quejó la muchacha.
–No importa –respondió el hombre que aparentaba preocupación por
la situación de Lucía–. Sé que podrás conseguir. Tus buenos amigos te han
de ayudar... ¿no, Bárbara?
–Yo creo que sí –aportó la mencionada también con una sonrisa.
–Además hay tiempo... –completó el doctor–. Pero no demasiado, así
que espero verte pronto.
Lucía sentía que todo daba vueltas. En cuanto salieron de la clínica
clandestina de aborto tuvo un mareo y terminó vomitando en una esquina.
Se sentía totalmente atrapada en una pesadilla. No parecía haber salida
para la amenaza creciente que le venía encima.
–Tenemos que ver cómo conseguimos ese dinero –dijo Bárbara,
ignorando totalmente cómo se sentía su compañera–. ¿Quién nos podrá
ayudar?
En ese momento Lucía pensó en las dos únicas amigas que realmente
la conocían y la querían: Elena y Betty.
Andrés y Elena regresaron caminando a donde Alfredo estaba todavía
conversando con su novia. Éste, viendo caras de preocupación, colgó y
rápidamente le contaron el problema.
–¿Entonces quedaste con ella en encontrarte esta noche? –dijo
Alfredo– ¿Dónde?
–Todavía no dijimos –dijo Elena–. Tengo que llamarla para ver dónde.
–Perfecto –comentó el tío–. Ella no conoce mi casa, así que podrá ser
allí. Si piensa abortar, es bueno que sepa de qué se trata. No creo que un
abortero le diga las cosas con total verdad.
Tres horas más tarde Bárbara y Lucía eran recibidas por Elena en casa
de Alfredo. Lucía estaba pálida y con los ojos rojos de tanto llorar. Bárbara
habló primero.
–Vamos al grano –dijo–. Tú sabes que Lucía está embarazada... y
también sabes que ese embarazo no es posible. Pero hay formas de solu
-
cionarlo. Tengo un amigo… pero necesitamos dinero.
Lucía bajó la cabeza. No podía contener el llanto. Elena sabía lo que
tenía que preguntar.
–¿De qué se trata exactamente? –preguntó a Bárbara.
–Bueno, tú sabes. Mi amigo es un doctor –contestó evasiva la
muchacha.
–¿Doctor en qué? –insistió Elena.
Bárbara dejó de lado todo disimulo.
–Basta de rodeos –dijo amenazante–. ¿Nos vas a ayudar o no a pagar
el aborto?
En ese momento Lucía estalló en un llanto ahogado. La misma Elena
estaba impactada de la dureza de Bárbara.
–Con que era eso –dijo Elena–. ¿Ustedes saben lo que es un aborto?
Parece que no. Pues yo también tengo amigos –en ese momento fue hasta
la puerta y en un abrir y cerrar de ojos Alfredo y Sonia estaban adentro.
Lucía sintió un gran alivio. En cambio Bárbara le lanzó una mirada de furia
a Elena. Alfredo también fue al grano mientras Sonia se sentó junto a Lucía
y la abrazó.
–Me parece que ustedes estaban hablando del aborto, ¿no? –dijo con
autoridad–. Creo que las puedo ayudar… al fin y al cabo me dedico a la
medicina.
–Pero nadie pidió su ayuda –lo interrumpió Bárbara.
–Yo sí quiero oírlo –dijo desde el fondo de sus lágrimas Lucía. Y Bárbara
tuvo que comerse sus palabras.
–Gracias Lucía –dijo Alfredo–. Antes de que tomes una decisión, es
bueno que sepas exactamente qué es el aborto.


Alfredo se paró y trajo un libro médico que empezaron a hojear.
Explicaba muy claramente en qué consiste un aborto y cuáles son las
técnicas para llevarlo a cabo.
–En todos los métodos el chico sufre –dijo Alfredo al terminar–. Hay
estudios que nos hablan del sufrimiento fetal: las terminales nerviosas de
un bebé así son aptas para sentir dolor. Desde el momento de la concepción
ya tiene vida, ya es un ser, varón o nena, y todas sus características ya están
determinadas. Solamente le hacía falta crecer. Este individuo ya está en el
mundo y a todos nos toca cuidarlo. El milagro de la vida es tan grande...
pero a veces los problemas nos impiden verlo. Siento tener que mostrarles
esto, pero las cosas son así. Lucía, te enfrentas a una gran decisión y tienes
que ser valiente. Yo sé que puedes apostar por la vida de tu bebé.
–¿Ya sabes lo que vas hacer? –preguntó Elena.
–No, pero no me gustó ese lugar, Elena –respondió Lucía–. Había algo
ahí falso… no sé; como todo tan fácil y rápido y me sentí presionada. Me
enseñaron la máquina que aspira el bebé. Porque parece una aspiradora.
Eso tiene que doler…tiene que doler… a……
–¿Marcelo o Marcela? –completó Elena aclarando el panorama.
–Sí –respondió Lucía suspirando como aliviada–: Marcelo o Marcela.
Luego se tomó la cara con las manos un instante pero cuando las
separó las lágrimas se mezclaban con una sonrisa que anunciaba algo de
paz: no iba a ser fácil, pero ella veía lo que muchas veces se dice, que luego
de la lluvia sale el sol.


[[Archivo:niña2.JPG|thumb|200px]]
[[Archivo:niña2.JPG|thumb|200px]]


== Escucha ahora la explicación del profesor ==
== Escucha ahora la explicación del profesor ==

Revisión del 16:14 11 ago 2021

Computadora 1.JPG


PROPÓSITO El estudiante aprende cuales son las requerimientos mínimas para la instalación de programa a utilizar en clase para la edición de los vídeos.

Introducción



¿Cuales son las características mínimas para que el programa funcione? Lo primero que se debe de ver son los requerimientos mínimos que el programa requiere y de esta manera el programa se ejecute de manera optima en el ordenador.


Lectura

Todos conocían a Lucía y Gustavo. En la escuela se les conocía como “la pareja”, porque llevaban dos años de novios y siempre se les veía muy felices juntos. Lucía era una chica muy sociable, y Gustavo era un chico muy seguro de sí mismo, de esos que siempre están en el centro de todo. Pero de repente las cosas cambiaron. Por alguna extraña razón la hermosa sonrisa de Lucía desapareció y cada día estaba más retraída. Sus calificaciones comenzaron a bajar y siempre parecía cansada y aburrida. Lucía y Elena eran amigas de chiquitas y aunque no frecuentaban el mismo colegio, su amistad, que había empezado en el parque infantil, se había mantenido. Últimamente se habían convertido en amigas más cercanas. Elena se dio cuenta de que Lucía necesitaba conversar con alguien, así que decidió prestarle ayuda sin hacerle preguntas. Sin embargo, el tamaño del problema de Lucía y la forma emocional en la que Lucía hablaba de ello, la abrumó completamente y no sabiendo qué hacer ni con quien hablar, había huido al lago a estar sola y pensar. Haber visto de repente a este muchacho con sus ojos llenos de afecto, la tomó por sorpresa y no pudo más que confiar en él… ya que él tenia cara de querer oírla. Y es así que empezó a abrir su corazón y contarle todo lo que sabía. Lucía le había contado que luego de dos años de novios el tema de las relaciones sexuales había salido, pero no mucho. A pesar de tener claro que no quería ese tipo de relación, como es normal, ella empezó a sentir ganas de una experiencia nueva y más profunda. La curiosidad iba creciendo. “Esto va a acrecentar nuestro amor” –le decía Gustavo, aumentando la presión–. “Déjame mostrarte cuánto te amo. Tú y yo ya no somos chiquillos y nos amamos. Es hora de que lo hagamos de verdad. Además tú no sabes lo que significa para un hombre que su novia lo bese y después lo mande a casa sin nada más. Ustedes las mujeres, como no les pasa lo mismo, son muy injustas. Suéltate y descubriremos un mundo nuevo”. –Todo fue en subida hasta hace un par de meses–continuó Elena–. Una tarde los padres de Lucía tuvieron una pelea muy fuerte. Su papá salió de la casa a los gritos diciendo que allí nadie lo entendía, que mejor estaría con una amante. Su madre también gritaba y lloraba mientras lo echaba. Fue muy fuerte para Lucía. Aunque era de noche fue a casa de Gustavo. Este desgraciado abusó de la situación. –Entiendo –Andrés iba molestándose cada vez más –. Sigue. –Primero la recibió muy bien –explicó la muchacha–. La escuchó un rato y le ofreció que se quedara con él todo el tiempo que quisiera. No tendrían que preocuparse por sus papás: miraban televisión y no molestarían. Verdaderamente la trató como a una reina... y también empezó con las caricias. En un momento, cuando ella vio que se pasaba de la raya, intentó poner su última defensa. Él se hizo el ofendido y le dijo que parecía que ella no lo quería. A Lucía estas palabras le sonaron muy duras. Era demasiado, dos veces de lo mismo. Así que cedió en todo... –Entonces tuvieron relaciones –completó Andrés. –Sí –reconoció Elena con cierto tono de decepción–. Lo peor es que ella no supo si sentirse feliz o enojada. Nadie notó que pasó gran parte de la noche en casa de Gustavo. Teóricamente debía ser la noche más hermosa de su vida, la que siempre había soñado, pero había pasado casi de contrabando... cuando me lo contó, lloraba. Estaba realmente triste. Andrés callaba, tenía la mirada fija en una piedra. –Pero eso no es todo –continuó Elena–. Gustavo ya no la quiere como antes, o al menos eso siente ella. Ahora él sólo busca lugares solitarios y no hablar… sino pasar nuevamente a la acción. Ella necesita hablar más que nunca. Además su papá volvió a la casa unos días después, muy arrepentido. En la familia hubo un cambio. Empezaron a ver a un terapeuta porque se dieron cuenta de que los problemas eran reales y ahora quieren resolverlos. ¡Parece una broma del destino! Elena estaba tan conmovida que no parecía de diecisiete años. –Y lo peor es….que… ¡resulta que Lucía ahora está esperando bebe! –Vamos, mi tío Alfredo es el hombre… –dijo Andrés y se paró con decisión–. Vamos a pedirle ayuda.

  • * *

Lucía había tenido un día difícil. Todo había comenzado con Bárbara, una chica de su colegio con fama de «conocedora de la vida» amiga de Gustavo y de Lucía. –Y ahora estoy desesperada… –le dijo luego de contarle en pocas palabras su problema–Mi familia saliendo a duras penas de sus problemas y Gustavo no quiere saber nada. Estoy sola con el embarazo. No quiero ser el motivo de más peleas. ¿Cómo van a reaccionar mis viejos? ¡Justo ahora...! –las lágrimas de impotencia brotaban de sus ojos. –Pero no tienen que enterarse... –el tono de Bárbara puso en guardia a Lucía. Pero al menos ella no la recriminaba. –¿Cómo? El embarazo se va ver en algunos meses –dijo Lucía preocupada. –Existen muchas formas de hacer que tu panza «no se note» –dijo Bárbara enfática. –¿A qué te refieres? –preguntó Lucía entre ingenua y atontada por la situación. –Déjalo en mis manos... –pidió su compañera–. Sé de alguien que nos puede ayudar. Te busco luego del colegio mañana.

  • * *

Luego de clases Bárbara la había buscado. –Todo solucionado –le dijo casi emocionada–Mi amigo nos espera. –¿De qué se trata, Bar? –preguntó Lucía con poca energía. –Ya lo verás –respondió enigmática la muchacha–. Tenme confianza. Ven. Lucía estaba inquieta. Tuvo cuidado de evitar a Elena. Algo en su interior le decía que ella no estaría en la misma onda de Bárbara. Caminaron en silencio un rato hasta llegar a una casa. Bárbara conocía el lugar. Primero las atendió una secretaria. Había otra chica sentada frente a ellas con cara de angustia. De pronto un hombre salió y las hizo pasar a una oficina. Aunque sonreía no inspiraba confianza. –Bárbara, ¿ésta es tu amiga? –preguntó–. Bueno, niña, sé que tienes un problema. Nosotros te lo podemos resolver. Muchas chicas como tú vienen desorientadas y aquí las ayudamos a salir adelante, eliminando su problema. Lucía empezó a sentir miedo en silencio. –Tú no querías quedar embarazada –continuó el hombre–, «fue un accidente» como suceden tantos a diario. ¿Por qué cargar con el resultado? Tener un hijo es algo que se tiene que hacer con amor... y éste no es tu caso. No te echo la culpa, sólo quiero facilitarte una salida «cómoda». Lucía oía lejanamente. El doctor (por lo menos ella creyó que era médico) continuó con su presentación. –Por una modesta suma de dinero… –alcanzó a entender Lucía entre su aturdimiento– y luego podrás continuar con tu vida normal. Piensa en tu futuro... y en la tranquilidad de tus padres. Lucía tardó en reaccionar. –¿Usted quiere que me... haga un aborto? –dijo arrastrando cada sílaba.

–Yo no lo llamaría así –corrigió el doctor, aumentando su esfuerzo por parecer simpático–. Son apenas unas células. Se trata de tu propio cuerpo, puedes hacer lo que quieras con él. –Pero no tengo dinero... –se quejó la muchacha. –No importa –respondió el hombre que aparentaba preocupación por la situación de Lucía–. Sé que podrás conseguir. Tus buenos amigos te han de ayudar... ¿no, Bárbara? –Yo creo que sí –aportó la mencionada también con una sonrisa. –Además hay tiempo... –completó el doctor–. Pero no demasiado, así que espero verte pronto. Lucía sentía que todo daba vueltas. En cuanto salieron de la clínica clandestina de aborto tuvo un mareo y terminó vomitando en una esquina. Se sentía totalmente atrapada en una pesadilla. No parecía haber salida para la amenaza creciente que le venía encima. –Tenemos que ver cómo conseguimos ese dinero –dijo Bárbara, ignorando totalmente cómo se sentía su compañera–. ¿Quién nos podrá ayudar? En ese momento Lucía pensó en las dos únicas amigas que realmente la conocían y la querían: Elena y Betty. Andrés y Elena regresaron caminando a donde Alfredo estaba todavía conversando con su novia. Éste, viendo caras de preocupación, colgó y rápidamente le contaron el problema. –¿Entonces quedaste con ella en encontrarte esta noche? –dijo Alfredo– ¿Dónde? –Todavía no dijimos –dijo Elena–. Tengo que llamarla para ver dónde. –Perfecto –comentó el tío–. Ella no conoce mi casa, así que podrá ser allí. Si piensa abortar, es bueno que sepa de qué se trata. No creo que un abortero le diga las cosas con total verdad. Tres horas más tarde Bárbara y Lucía eran recibidas por Elena en casa de Alfredo. Lucía estaba pálida y con los ojos rojos de tanto llorar. Bárbara habló primero. –Vamos al grano –dijo–. Tú sabes que Lucía está embarazada... y también sabes que ese embarazo no es posible. Pero hay formas de solu - cionarlo. Tengo un amigo… pero necesitamos dinero. Lucía bajó la cabeza. No podía contener el llanto. Elena sabía lo que tenía que preguntar. –¿De qué se trata exactamente? –preguntó a Bárbara. –Bueno, tú sabes. Mi amigo es un doctor –contestó evasiva la muchacha. –¿Doctor en qué? –insistió Elena. Bárbara dejó de lado todo disimulo. –Basta de rodeos –dijo amenazante–. ¿Nos vas a ayudar o no a pagar el aborto? En ese momento Lucía estalló en un llanto ahogado. La misma Elena estaba impactada de la dureza de Bárbara. –Con que era eso –dijo Elena–. ¿Ustedes saben lo que es un aborto? Parece que no. Pues yo también tengo amigos –en ese momento fue hasta la puerta y en un abrir y cerrar de ojos Alfredo y Sonia estaban adentro. Lucía sintió un gran alivio. En cambio Bárbara le lanzó una mirada de furia a Elena. Alfredo también fue al grano mientras Sonia se sentó junto a Lucía y la abrazó. –Me parece que ustedes estaban hablando del aborto, ¿no? –dijo con autoridad–. Creo que las puedo ayudar… al fin y al cabo me dedico a la medicina. –Pero nadie pidió su ayuda –lo interrumpió Bárbara. –Yo sí quiero oírlo –dijo desde el fondo de sus lágrimas Lucía. Y Bárbara tuvo que comerse sus palabras. –Gracias Lucía –dijo Alfredo–. Antes de que tomes una decisión, es bueno que sepas exactamente qué es el aborto.

Alfredo se paró y trajo un libro médico que empezaron a hojear. Explicaba muy claramente en qué consiste un aborto y cuáles son las técnicas para llevarlo a cabo. –En todos los métodos el chico sufre –dijo Alfredo al terminar–. Hay estudios que nos hablan del sufrimiento fetal: las terminales nerviosas de un bebé así son aptas para sentir dolor. Desde el momento de la concepción ya tiene vida, ya es un ser, varón o nena, y todas sus características ya están determinadas. Solamente le hacía falta crecer. Este individuo ya está en el mundo y a todos nos toca cuidarlo. El milagro de la vida es tan grande... pero a veces los problemas nos impiden verlo. Siento tener que mostrarles esto, pero las cosas son así. Lucía, te enfrentas a una gran decisión y tienes que ser valiente. Yo sé que puedes apostar por la vida de tu bebé. –¿Ya sabes lo que vas hacer? –preguntó Elena. –No, pero no me gustó ese lugar, Elena –respondió Lucía–. Había algo ahí falso… no sé; como todo tan fácil y rápido y me sentí presionada. Me enseñaron la máquina que aspira el bebé. Porque parece una aspiradora. Eso tiene que doler…tiene que doler… a…… –¿Marcelo o Marcela? –completó Elena aclarando el panorama.

–Sí –respondió Lucía suspirando como aliviada–: Marcelo o Marcela.

Luego se tomó la cara con las manos un instante pero cuando las separó las lágrimas se mezclaban con una sonrisa que anunciaba algo de paz: no iba a ser fácil, pero ella veía lo que muchas veces se dice, que luego de la lluvia sale el sol.

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REQUERIMIENTOS

  • Sistema Operativo: A partir de Windows 7 en adelantarte. Mac OSX 10.11 o Superior
  • Procesador: Core i3 o superior, 2 GHz o superior
  • RAM: Al menos 4GB de RAM



Actividades de refuerzo

OTRAS FUNCIONES

  • Ajustes de los colores.
  • Detección de escenas.
  • Corregir.
  • Reparar.
  • Efecto en la velocidad.
  • Pantalla Croma.
  • Pantalla partida.
  • Efectos de color.
  • Captura de pantalla de la PC.
  • Estabilizador del video.


Resumen

Hemos aprendido a reconocer los requerimientos mínimos para la instalación y las características de nuestro ordenador

Actividad para la casa

Sé creativa/o y busca los insumos necesarios para la creación del vídeo según el tema tratado en clase.