Sesión 2: Los hijos, productos del amor

De Wiki Coprodeli
Revisión del 11:41 24 nov 2021 de Editor01 (discusión | contribs.) (→‎Lectura)
(difs.) ← Revisión anterior | Revisión actual (difs.) | Revisión siguiente → (difs.)
Ir a la navegación Ir a la búsqueda


PROPÓSITO El estudiante se esfuerce por vivir la libertad en cada uno de sus actos sin caer en libertinaje.

Introducción

La verdadera libertad no significa hacer lo que «nos da la gana».

Lectura

Por un tiempo las discusiones en torno al matrimonio y temas conexos se calmaron en el colegio. Los exámenes tenían de alguna manera la culpa de esto: todos estaban muy ocupados para pensar en otra cosa que no fueran números, fechas de batallas y autores modernos. Una vez pasado lo más duro, al volver la calma académica volvieron las inquietudes «extra–académicas».

Todo comenzó cuando una de las profesoras contó que estaba embarazada... de su cuarto hijo. A Julieta le pareció algo inconcebible. Betty defendió a la profesora Álvarez y otra vez comenzaron las idas y venidas, algunas no tan dialogadas como hubiese soñado Don Alejo. Juan no sabía qué pensar.

–No tiene sentido tener hijos –dijo un día Manuel–. Son una lata. Te restan libertad. Si eres soltero puedes hacer lo que quieras con tu plata, pero si tienes hijos... se acabó la diversión. –Lástima que tus padres no pensaran así –comentó sarcásticamente Betty... y casi terminan en bronca.

–Yo creo que los hijos son lindos... pero poquitos y que no estorben mucho –intervino Julia como para poner una posición media que calmara los ánimos–. Creo que se los puede tener pero cuando sea mayor y tenga con quien dejarlos cada vez que quiera salir con mi esposo. En realidad no creo que los hijos te tengan que limitar la vida. –Para eso mejor te compras un perro –la interrumpió Julieta, pero ella no hablaba con sarcasmo, lo decía bien en serio–. Creo que una mascota es más generosa que un hijo, no te trae tantos problemas y es más fácil de manejar.

Juan estaba asombrado. Intuitivamente le parecía que la posición de su enamorada era la mejor, pero no estaba seguro. En realidad tanto Manuel como ella tenían razón: por un lado los hijos pueden ser un estorbo, pero si todos los papás pensaran de esa manera ninguno de ellos estaría en ese momento conversando.

Esa misma noche, luego de mirar un rato televisión, buscó en el Libro Azul. Como lo esperaba, también encontró respuestas para este tema. Los hijos, producto del amor de los padres. En un matrimonio todo comienza cuando los esposos se dan el sí de por vida. En ese momento se confirma y comienza a crecer más y más un amor muy especial. Pero es tan grande ese amor que se «desborda» fuera de la pareja y necesita proyectarse en los hijos. Un hijo es producto de un acto de amor.

“Yo pensaba que era producto de un acto sexual” pensó sarcástico Juan. –Algunos creen eso. Claro que de alguna manera lo son. Pero en realidad significan una realidad más profunda. O al menos así debe ser siempre. El acto sexual es una de las expresiones más grandes del amor de esposos. Por eso no es extraño que por ella se transmita vida. Por eso se dan las dos cosas juntas: el amor entre los esposos y el amor que se quiere dar en los hijos. Los hijos acrecientan la capacidad de amar. Ayudan a la pareja a crecer en generosidad. “Pero también te cortan los mejores años para disfrutar” cuestionó Juan.

–Es que la naturaleza es muy sabia. La juventud es la edad de disfrutar pero también la mejor edad para criar hijos. Aquí hay que hablar de la realidad: en la mujer la mejor edad para tener hijos es entre los 18 y los 35 años. Claro que el cuerpo femenino es fértil en algunos casos incluso hasta los 45 (aunque ya entonces representa mayores peligros), pero está más adaptado en la juventud.

“¿En qué favorece a una pareja joven tener hijos?”. –Ser padres jóvenes ayuda a no sentirse tan lejanos de los hijos y poder seguirles el ritmo. Además, si la pareja es normalmente generosa, acrecienta la capacidad de amar, de entender a otros, de ser pacientes y gozar las diferencias de distintos tipos de persona. “Pero hoy mucha gente prefiere esperar...”

–El problema es que se «espera» usando anticonceptivos. Esta moda actual está causando mucha esterilidad, que hoy se «corrige» con intervenciones como el FIVET («bebes de probeta»), que además de ser costosa, es bastante dañina para el niño que nace como para la pareja.

“O sea que hay que llenarse de hijos...” esa idea no le gustaba a Juan. –No. Hay que aprender a entender el propio cuerpo y saber cuándo se daría un embarazo y cuando no. Cada pareja tiene que decidir por ella misma cuántos hijos puede traer y en qué espacio de tiempo. Para eso están los períodos en los que no hay óvulo en la trompa de Falopio. Simplemente se trata de tener relaciones en ese momento. Pero en todo caso no se cierra absolutamente a la vida y no se causa daño. Con esto te quiero decir que los hijos son una hermosa responsabilidad que muchos adultos no quieren ver como tal y hasta se inventan medicinas para tapar su falta de generosidad.

“¿... Y si asumes la responsabilidad?” –Es maravilloso. Todo cambia. Un matrimonio se transforma en familia con el nacimiento del primer hijo. La familia es justamente un matrimonio con sus hijos, que establecen con ellos lazos y vínculos muy fuertes. Claro que también familia son todos los parientes, pero nuestro núcleo más cercano es ése. Porque todos venimos del mismo origen: la pareja de los abuelos que por amor han tenido hijos y estos a su vez nietos. Es un proceso que siempre se repite y nos da una gran riqueza.

“¿Por qué, si da una gran riqueza, hay gente que no quiere tener hijos?” –Algunos dicen que somos demasiados, que sobra gente y mejor no traer más al mundo. Otros se fijan más en lo material y les da miedo. En lo personal no veo que sobremos. No somos demasiados, lo que sucede es que a veces somos un poco egoístas y no queremos cargar con la vida de otro porque nos quita «libertad» de acción. En el fondo creo que el problema es miedo al compromiso. La misión de los padres es sobre todo comprometer su vida en el cuidado de los hijos, preparándolos para que desarrollen habilidades que les permitan sobrevivir ante los retos y peligros de la vida. Por eso el padre debe generar disciplina. La disciplina que inculca el padre en el hijo se tiene que convertir en auto–disciplina. Con auto–disciplina los hijos se entrenan para cumplir con las metas de su vida.

“¿Cómo tiene que ser la relación con los hijos?” –Tus hijos deben estar totalmente convencidos de que tu compromiso por ellos es ilimitado. Ciertamente esto requiere esfuerzo. Nunca me olvidaré de la primera noche que me la pasé despierto por tus llantos o lo que tuvimos que correr cuando María José se abrió la cabeza jugando y así con cada uno. Pero aún estos sacrificios no son nada con la satisfacción de que estás dando vida.

“Pero ¿y tú? Porque me imagino que debe haber un equilibrio...” –Lo que le da el tono al equilibrio es la generosidad. Algunos dicen que se equilibran con el egoísmo. Egoísmo de pensar: ‘el hijo me va a quitar cosas mías o va a hacer mi vida un poco menos cómoda’... Bueno prefiero toda la vida ser un buen padre con sacrificio que uno mediocre por miedo a perder algunas de las comodidades que tenía como soltero. Otra vez el amor exige y compromete, pero al mismo tiempo da la fuerza para sacar todo adelante.

Al otro día Juan contó a Betty todo lo que había leído en el Libro Azul, sobre todo pensando que ella pensaba de alguna manera igual. Claro que se reservó lo que pensaba acerca de lo que pasaba cuando leía el libro de su padre, ése era otro tema.

Betty se puso muy contenta pero al mismo tiempo pensativa (aunque Juan no se dio cuenta... hay ciertos detalles que a los hombres se les escapan). Era evidente que a Juan su papá lo quería mucho, pero a ella ¿la habían querido así? Era la hermana del medio y en ocasiones sentía que era un estorbo, que ella había nacido en un «descuido» de los papás y que por ello la querían menos que a los demás.

Por eso esa tarde habló con su mamá. Tomó valor y fue directo al grano: –¿Tú me quieres, mamá? La señora Marques se quedó de una pieza. Cuando reaccionó, no dudó en contestar. –Claro que sí, vida. Siempre te he querido. –¿Desde el principio? –A qué te refieres.

Los hijos111.PNG

–Lo que quiero saber es si me querías desde el momento en que el médico te dijo que estabas embarazada. La señora lo pensó un poco. –A ver hija, siéntate. ¿Por qué quieres saber eso? –Es que es hermoso ver cómo, por ejemplo, el papá de Juan lo quería incluso antes de nacer y lo esperaba y lo mucho que se ha jugado por él. Se ve que significaba mucho para él. Y yo... –tragó saliva porque iba a decir algo que muchas veces le había dado miedo–, he sentido, a veces, que estorbo. Como que estoy de más. Por eso me pregunto si tú y papá siempre quisieron tenerme. La madre sonrió tranquila y con su mirada, de manera misteriosa, tranquilizó a su hija.

–Ese embarazo fue toda una sorpresa. No lo habíamos buscado. Pero fue una gran alegría, como cada embarazo. A veces los papás traen al mundo hijos sin planearlo, pero no significa que no los amen. Es más, a ti te queremos de una manera especial, porque fuiste como un regalo sorpresa. Seguiste creciendo y, aunque a veces «da ganas de matarte», sigues siendo nuestro sueño hecho «nena». Bajo cualquier circunstancia una nueva vida es como si el amor se hiciera cuerpo. Por eso no hay forma de no quererte. –Lo que pasa es que a veces no parece... –dijo Betty poniendo cara de nenita.

–Lo sé. No nos damos cuenta y la vida diaria nos va metiendo en un ritmo acelerado. Es la rutina... no vemos lo importante. Pero eso no quiere decir que no te queramos. ¡Qué bueno que me dijiste lo que pensabas! Me recordaste que tengo que ser mejor madre para mostrarte con más claridad el amor que siempre te he tenido. Pero hija: nunca dudes de nuestro amor; tu padre y yo te queremos, eres una parte de nosotros... la mejor parte de nosotros. Cuando las discusiones entre nosotros son demasiado fuertes miramos a nuestros hijos. Tú no eres la causa de nuestra unión... pero eres como un signo de que ese amor existe. Porque el amor no es un sentimiento, es tan real como un hijo.

Escucha ahora la explicación del profesor

ra en lugar de esclavizarte. Por eso tampoco cometas la estupidez de querer tener éxito si vives tan irracionalmente indomable como el río de montaña.

Actividades de refuerzo

Y de pronto el vigoroso río de montaña comenzó a disfrutar de una nueva sensación: la de toda su fuerza y la de su capacidad para dirigirla. Ya no se encontraba, él mismo, sometido inevitablemente a los vaivenes de las lluvias y los deshielos. Una extraña experiencia de serenidad y sosiego, podría convivir con la palpitación de toda su pujanza. De su brioso poderío. De su inagotable renovación. De su ritmo. De su vitalidad.

Resumen

Nuestro mundo busca la libertad, pero lo hace en la acumulación del tener y el poder, y olvidando esta verdad esencial: sólo es verdaderamente libre aquel al que no le queda nada que perder porque ya ha sido despojado, desprendido de todo; porque es libre de todos y de todo, y de él se puede decir en verdad que «ha dejado la muerte atrás», pues todo su «bien» está en Dios y únicamente en Él. Soberanamente libre es el que no ambiciona te científico «zek» para un proyecto que le han pedido que lleve a cabo y en el que se juega su carrera; de aombre.



Actividad para la casa

Sé creativa/o y busca los insumos necesarios para la creación del vídeo según el tema tratado en clase.