Diferencia entre revisiones de «Sesión 1: Disfrutando del arte del diálogo»

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== Lectura ==
== Lectura ==


La clase de historia terminó en charla sobre familia, hombres
y mujeres. El salón quedó hecho un hervidero. Unos estaban eufóricos
porque la profesora «les había dado la razón», otros enojados porque
«habían perdido una». La mayoría gritaba porque le gustaba el escándalo.
–No estoy de acuerdo con ella –rugía Amanda discutiendo con Betty–.
Lo dice porque es una amargada.


crecer más y
–No lo creo –comentó Emilio desde el fondo–. La Ramírez es amiga de
más. No terminaba un ciclo, empezaba el resto de su vida.  
mi mamá y nunca la he visto amargada. Está casada, tiene tres hijos y una
[[Archivo:niña2.JPG|thumb|200px]]
buena casa. No creo que esté amargada.
Amanda se ponía furiosa cuando alguien la contradecía con razón... y
hacía un rato lo venían haciendo.
 
–¡De todos modos pienso que el matrimonio es la tumba del amor!
–atacó–. Los que se casan y se atan para siempre están condenados a vivir
peleándose todo el día, engañándose o finalmente divorciándose.
Tuvo que alzar la voz ya que el salón era un caos. Todos gritaban y
algunos golpeaban las mesas.
 
–¡Estás equivocada! –contestó Betty
gritándole en la cara–. La gente más feliz
que conozco es gente que se ha casado y
vive bastante tiempo junta. No es verdad
que todos se divorcien. Muchos no.
–¡Los anormales, tarada! –gritó en
respuesta Amanda justo cuando todo
mundo se calló de golpe.
 
En la puerta estaba Don Alejo, el
director del colegio. Inmediatamente la
cara de Amanda pasó por toda la gama
de colores. Entre los demás habían risas
contenidas. La expresión del director era
imperturbable.
–Señores y señoritas,... ¡siéntense!
El tono de la orden fue de esos que no
puedes desobedecer.
 
 
[[Archivo:Dialogo111.PNG|derecha|300px]]
 
–¿Alguien me puede explicar a qué se debió esta demostración de
fuerza pulmonar?
Don Alejo era una persona enérgica que en los momentos más serios
utilizaba un lenguaje, por lo menos, extraño. Ellos ya conocían a su viejo
director y le tenían confianza más allá de su severidad. Era de esos que
más que maestro parece padre, con el que siempre se da una relación muy
especial. Juan se paró y expuso la discusión que traían desde días atrás.
–Gracias, Juan–. Fue la breve respuesta de Don Alejo.
 
Luego paseo su mirada uno a uno en todos sus alumnos. Los conocía
bien. Pronto dejarían las aulas y se internarían en la universidad, en un
trabajo o en un oficio y probablemente no los volvería a ver. Por eso
pensaba que era el mejor momento para hablar justamente del diálogo.
–Interesante forma de tratar un tema tan profundo, jóvenes. Pero no
se puede «dialogar» a los gritos. Primero porque en el resto del colegio
los profesores intentan dar su clase y las «manifestaciones callejeras» no
son buena música de fondo. Segundo, porque a los gritos no se escuchan
razones y no se puede pensar. Si no se piensa no se aprende. Si no se
aprende se cometen errores tontos y no se progresa. Y luego le echamos
la culpa a la escuela de no habernos preparado bien. La culpa no la tiene
la escuela... la tienen los tontos que creen que algo bueno puede entrar en
la cabeza cuando la boca está grite y grite. He visto muchos tontos de este
tipo pasar por esas mismas bancas y les aseguro que no llegan lejos.
Don Alejo no era de dar «sermones», pero cuando hablaba todos lo
escuchaban.
 
–Si entendí bien, ustedes quieren saber si el matrimonio es posible,
necesario y bueno. Si dos personas se pueden realizar y ser felices en la
vida siendo casadas.
Los miró fijamente. Algunos asintieron con la cabeza.
–O por el contrario, si es una muestra más de la hipocresía de la
sociedad que condena a dos a estar peleándose todo el día y que inevitablemente termina en divorcio y por ello no vale la pena ni pensarlo.
 
Entonces otro grupo fue el que asintió.
–Vayamos por partes. Para empezar es natural que hombres y mujeres
se gusten y se quieran. La pregunta que todos se hacen es si apostar por
un tipo o por una chica vale la pena. ¿Estoy en lo cierto?
Esta vez todos asintieron. Poco a poco, la tensión se convertía en
atención cálida.
 
–Creo que ustedes pueden tener la respuesta. Me gustaría escucharlos.
Todos estaban sorprendidos... menos Betty que se paró de improviso.
–Todos, aunque algunos lo nieguen, soñamos con tener a alguien que
nos ame... –parecía algo alterada, tal vez por la discusión– ... que entienda nuestros problemas, nuestras alegrías, nos apoye en nuestras aventuras y
no se incomode con ninguno de nuestros defectos...
–Pero eso se da sólo en las películas —la interrumpió Amanda con una
sonrisa que más parecía una mueca.
 
Surgieron voces que le daban la razón a Amanda. Otras la contradecían. Poco a poco la bulla regresó.
–¡SI–LEN–CIO!
Por un momento la clase se había olvidado de la
presencia del director.
–Así nunca van a entender nada. Dialogar no es gritar
mi punto de vista. Es hablar y a la vez escuchar la opinión
del otro y llegar a una conclusión... no porque uno grite
más fuerte sino buscando la verdad. Aprendan a escuchar.
Pero antes aprendan cuando y cómo dialogar. A partir de
ahora quien quiera hablar levantará la mano.
 
Juan fue el primero. El director le dio la palabra.
–Creo que no es fácil encontrar un compañero como
el que describió Betty. Pero ¿quién no quiere a alguien
que lo escuche y con quien pueda ser auténtico y libre?
Quiero hacer realidad mis sueños... también ese.
Ramón fue el siguiente. Se notaba que estaba un poco alterado, pero
guardó la compostura.
 
–Si ves a tu alrededor no notas que la gente viva con ese «sueño». Es
más, constantemente es lo contrario: divorcios, egoísmo, falta de diálogo.
Es lógico que no te dé ganas de ilusionarte.
Esta vez Amanda levantó la mano.
–A veces es mejor no ilusionarnos para sufrir menos después. ¿De qué
sirve creer en algo que no se ve o que es difícil de conseguir?
–¡Pero ni modo que te vuelvas una amargada...!
–Julieta –Don Alejo la frenó enérgicamente–. No has levantado la
mano y esa no es forma de intervenir si quieres buscar el diálogo.
–Disculpe.
 
El viejo aceptó la disculpa y volvió a su diálogo con Amanda.
–Están frente a grandes decisiones y saben que todo lo que vendrá
depende de lo que ahora elijan. Y lo que elijan depende de lo que creen y
esperan. Si creen que el mundo es un desastre irreparable y que los errores
de los mayores son inevitables, entonces decidirán para repetir los errores.
Pero si piensan que todo puede ser un poco mejor es muy posible que sus
decisiones apunten hacia arriba y ustedes mismo mejoren. Para muchos su
sueño es posible y se llama matrimonio. Pero una de las formas de hacer
que este sueño se concrete es el diálogo. Diálogo para aprender lo que está mal de lo que pienso y corregirlo.
 
Diálogo para conocer
a los demás (entre los que saldrá mi pareja). Y una vez que
tenga pareja, diálogo para conocer y darme a conocer en
todo momento.
Hizo otra pausa para centrar aún más la atención. Como
por arte de magia toda esa euforia de gritos había desaparecido.
–El pilar de la relación humana es la comunicación: dar
y recibir. En el matrimonio es donde más se cumple esta
regla: si dos esposos saben hablar y comunicarse irán aprendiendo a
resolver juntos todos los problemas. Serán un equipo unido en las dificultades y las alegrías. Pero si todo se vuelve silencio absoluto o gritos
absolutos (señal de que sólo importa el egoísmo personal), entonces la
convivencia se hace realmente imposible.
 
Betty levantó la mano.
–¿Cómo hacer para llegar a que la pareja funcione?
–Hay que preparar bien el matrimonio. Escuchar mucho y aprender
a expresarse de forma tal que podamos ser escuchados, primero en el
noviazgo y después en el matrimonio. Cuando este arte no se aprende el
«romance» se vuelve «conversación de sordos». Al final los dos se vuelven
perfectos desconocidos y hasta enemigos.
Ramón volvió a levantar la mano.
 
–¿Cuentan como una manera de comunicación las relaciones sexuales?
La mayor parte del salón se volteó por lo osada que había sido la
pregunta.
–Te responderé sin vueltas como tú me preguntaste. Las relaciones
fuera de contexto cortan el diálogo e impiden definitivamente la comunicación. La mayoría de los matrimonios que de novios han tenido relaciones
sexuales luego tienen muchas dificultades
para encontrar en la vida cotidiana la forma de comunicarse. En
cambio las parejas que no han tenido relaciones en el noviazgo construyen
un hábito de diálogo muy grande y cuando llegan al matrimonio el sexo
les ayuda a aumentar la comunicación.
 
–¿Cuáles son las claves del diálogo? –preguntó Julia.
–Saber pensar (para saber lo que se quiere decir) y saber turnarse. No
es turnarse para hablar, ¡es turnarse para escuchar!
–¿Cuál es la diferencia?
–Si me turno para hablar, no me importará lo que diga el otro en su
turno, solamente estaré buscando argumentos para rebatirlo. Si escuchas
de verdad, te enriqueces. Recuerden a los griegos y sus famosos diálogos
que los llevaron a crear la filosofía a partir del enriquecimiento mutuo.
 
Manuel levantó la mano, sin darse cuenta que en ese mismo acto
estaba contestando su pregunta:
–¿Cómo hacer para turnarnos?
–Una vez leí que una tribu de indios norteamericanos tenía la siguiente
tradición: dos que discutían se ponían frente a frente con una lanza. Uno de
ellos la clavaba junto a sí y comenzaba a exponer sus argumentos. Mientras
estuviera la lanza allí el otro tenía la obligación de escuchar. Cuando el
primero terminaba desclavaba la lanza y la ponía junto al otro (junto al
otro y no en su corazón): era su turno y no se lo podía interrumpir mientras
la lanza estuviera allí. Pero más allá del método, la idea es entender lo que
el otro dice.
De pronto Don Alejo pareció ponerse un poco soñador.
–Les aseguro que eso es lo que te ayuda a salir adelante siempre con
tu pareja... y luego de 35 años les puedo decir que vale la pena el esfuerzo.
La cara de felicidad serena y varonil de Don Alejo era como una firma
que rubricaba lo que decía.
–Pero como siempre les digo, sus decisiones las tienen que tomar
ustedes. Ahora sólo les pido que empiecen ejercitando al menos la
tradición india... sobre todo en nombre de la paz en el colegio. Que tengan
buen día.
Sin más salió del salón con el saludo de varios. Nadie comentó nada
más... el director les había dado una verdadera lección.


== Escucha ahora la explicación del profesor ==
== Escucha ahora la explicación del profesor ==

Revisión actual del 11:36 24 nov 2021


PROPÓSITO El estudiante se esfuerce por vivir la libertad en cada uno de sus actos sin caer en libertinaje.

Introducción

La verdadera libertad no significa hacer lo que «nos da la gana».

Lectura

La clase de historia terminó en charla sobre familia, hombres y mujeres. El salón quedó hecho un hervidero. Unos estaban eufóricos porque la profesora «les había dado la razón», otros enojados porque «habían perdido una». La mayoría gritaba porque le gustaba el escándalo. –No estoy de acuerdo con ella –rugía Amanda discutiendo con Betty–. Lo dice porque es una amargada.

–No lo creo –comentó Emilio desde el fondo–. La Ramírez es amiga de mi mamá y nunca la he visto amargada. Está casada, tiene tres hijos y una buena casa. No creo que esté amargada. Amanda se ponía furiosa cuando alguien la contradecía con razón... y hacía un rato lo venían haciendo.

–¡De todos modos pienso que el matrimonio es la tumba del amor! –atacó–. Los que se casan y se atan para siempre están condenados a vivir peleándose todo el día, engañándose o finalmente divorciándose. Tuvo que alzar la voz ya que el salón era un caos. Todos gritaban y algunos golpeaban las mesas.

–¡Estás equivocada! –contestó Betty gritándole en la cara–. La gente más feliz que conozco es gente que se ha casado y vive bastante tiempo junta. No es verdad que todos se divorcien. Muchos no. –¡Los anormales, tarada! –gritó en respuesta Amanda justo cuando todo mundo se calló de golpe.

En la puerta estaba Don Alejo, el director del colegio. Inmediatamente la cara de Amanda pasó por toda la gama de colores. Entre los demás habían risas contenidas. La expresión del director era imperturbable. –Señores y señoritas,... ¡siéntense! El tono de la orden fue de esos que no puedes desobedecer.


Dialogo111.PNG

–¿Alguien me puede explicar a qué se debió esta demostración de fuerza pulmonar? Don Alejo era una persona enérgica que en los momentos más serios utilizaba un lenguaje, por lo menos, extraño. Ellos ya conocían a su viejo director y le tenían confianza más allá de su severidad. Era de esos que más que maestro parece padre, con el que siempre se da una relación muy especial. Juan se paró y expuso la discusión que traían desde días atrás. –Gracias, Juan–. Fue la breve respuesta de Don Alejo.

Luego paseo su mirada uno a uno en todos sus alumnos. Los conocía bien. Pronto dejarían las aulas y se internarían en la universidad, en un trabajo o en un oficio y probablemente no los volvería a ver. Por eso pensaba que era el mejor momento para hablar justamente del diálogo. –Interesante forma de tratar un tema tan profundo, jóvenes. Pero no se puede «dialogar» a los gritos. Primero porque en el resto del colegio los profesores intentan dar su clase y las «manifestaciones callejeras» no son buena música de fondo. Segundo, porque a los gritos no se escuchan razones y no se puede pensar. Si no se piensa no se aprende. Si no se aprende se cometen errores tontos y no se progresa. Y luego le echamos la culpa a la escuela de no habernos preparado bien. La culpa no la tiene la escuela... la tienen los tontos que creen que algo bueno puede entrar en la cabeza cuando la boca está grite y grite. He visto muchos tontos de este tipo pasar por esas mismas bancas y les aseguro que no llegan lejos. Don Alejo no era de dar «sermones», pero cuando hablaba todos lo escuchaban.

–Si entendí bien, ustedes quieren saber si el matrimonio es posible, necesario y bueno. Si dos personas se pueden realizar y ser felices en la vida siendo casadas. Los miró fijamente. Algunos asintieron con la cabeza. –O por el contrario, si es una muestra más de la hipocresía de la sociedad que condena a dos a estar peleándose todo el día y que inevitablemente termina en divorcio y por ello no vale la pena ni pensarlo.

Entonces otro grupo fue el que asintió. –Vayamos por partes. Para empezar es natural que hombres y mujeres se gusten y se quieran. La pregunta que todos se hacen es si apostar por un tipo o por una chica vale la pena. ¿Estoy en lo cierto? Esta vez todos asintieron. Poco a poco, la tensión se convertía en atención cálida.

–Creo que ustedes pueden tener la respuesta. Me gustaría escucharlos. Todos estaban sorprendidos... menos Betty que se paró de improviso. –Todos, aunque algunos lo nieguen, soñamos con tener a alguien que nos ame... –parecía algo alterada, tal vez por la discusión– ... que entienda nuestros problemas, nuestras alegrías, nos apoye en nuestras aventuras y no se incomode con ninguno de nuestros defectos... –Pero eso se da sólo en las películas —la interrumpió Amanda con una sonrisa que más parecía una mueca.

Surgieron voces que le daban la razón a Amanda. Otras la contradecían. Poco a poco la bulla regresó. –¡SI–LEN–CIO! Por un momento la clase se había olvidado de la presencia del director. –Así nunca van a entender nada. Dialogar no es gritar mi punto de vista. Es hablar y a la vez escuchar la opinión del otro y llegar a una conclusión... no porque uno grite más fuerte sino buscando la verdad. Aprendan a escuchar. Pero antes aprendan cuando y cómo dialogar. A partir de ahora quien quiera hablar levantará la mano.

Juan fue el primero. El director le dio la palabra. –Creo que no es fácil encontrar un compañero como el que describió Betty. Pero ¿quién no quiere a alguien que lo escuche y con quien pueda ser auténtico y libre? Quiero hacer realidad mis sueños... también ese. Ramón fue el siguiente. Se notaba que estaba un poco alterado, pero guardó la compostura.

–Si ves a tu alrededor no notas que la gente viva con ese «sueño». Es más, constantemente es lo contrario: divorcios, egoísmo, falta de diálogo. Es lógico que no te dé ganas de ilusionarte. Esta vez Amanda levantó la mano. –A veces es mejor no ilusionarnos para sufrir menos después. ¿De qué sirve creer en algo que no se ve o que es difícil de conseguir? –¡Pero ni modo que te vuelvas una amargada...! –Julieta –Don Alejo la frenó enérgicamente–. No has levantado la mano y esa no es forma de intervenir si quieres buscar el diálogo. –Disculpe.

El viejo aceptó la disculpa y volvió a su diálogo con Amanda. –Están frente a grandes decisiones y saben que todo lo que vendrá depende de lo que ahora elijan. Y lo que elijan depende de lo que creen y esperan. Si creen que el mundo es un desastre irreparable y que los errores de los mayores son inevitables, entonces decidirán para repetir los errores. Pero si piensan que todo puede ser un poco mejor es muy posible que sus decisiones apunten hacia arriba y ustedes mismo mejoren. Para muchos su sueño es posible y se llama matrimonio. Pero una de las formas de hacer que este sueño se concrete es el diálogo. Diálogo para aprender lo que está mal de lo que pienso y corregirlo.

Diálogo para conocer a los demás (entre los que saldrá mi pareja). Y una vez que tenga pareja, diálogo para conocer y darme a conocer en todo momento. Hizo otra pausa para centrar aún más la atención. Como por arte de magia toda esa euforia de gritos había desaparecido. –El pilar de la relación humana es la comunicación: dar y recibir. En el matrimonio es donde más se cumple esta regla: si dos esposos saben hablar y comunicarse irán aprendiendo a resolver juntos todos los problemas. Serán un equipo unido en las dificultades y las alegrías. Pero si todo se vuelve silencio absoluto o gritos absolutos (señal de que sólo importa el egoísmo personal), entonces la convivencia se hace realmente imposible.

Betty levantó la mano. –¿Cómo hacer para llegar a que la pareja funcione? –Hay que preparar bien el matrimonio. Escuchar mucho y aprender a expresarse de forma tal que podamos ser escuchados, primero en el noviazgo y después en el matrimonio. Cuando este arte no se aprende el «romance» se vuelve «conversación de sordos». Al final los dos se vuelven perfectos desconocidos y hasta enemigos. Ramón volvió a levantar la mano.

–¿Cuentan como una manera de comunicación las relaciones sexuales? La mayor parte del salón se volteó por lo osada que había sido la pregunta. –Te responderé sin vueltas como tú me preguntaste. Las relaciones fuera de contexto cortan el diálogo e impiden definitivamente la comunicación. La mayoría de los matrimonios que de novios han tenido relaciones sexuales luego tienen muchas dificultades para encontrar en la vida cotidiana la forma de comunicarse. En cambio las parejas que no han tenido relaciones en el noviazgo construyen un hábito de diálogo muy grande y cuando llegan al matrimonio el sexo les ayuda a aumentar la comunicación.

–¿Cuáles son las claves del diálogo? –preguntó Julia. –Saber pensar (para saber lo que se quiere decir) y saber turnarse. No es turnarse para hablar, ¡es turnarse para escuchar! –¿Cuál es la diferencia? –Si me turno para hablar, no me importará lo que diga el otro en su turno, solamente estaré buscando argumentos para rebatirlo. Si escuchas de verdad, te enriqueces. Recuerden a los griegos y sus famosos diálogos que los llevaron a crear la filosofía a partir del enriquecimiento mutuo.

Manuel levantó la mano, sin darse cuenta que en ese mismo acto estaba contestando su pregunta: –¿Cómo hacer para turnarnos? –Una vez leí que una tribu de indios norteamericanos tenía la siguiente tradición: dos que discutían se ponían frente a frente con una lanza. Uno de ellos la clavaba junto a sí y comenzaba a exponer sus argumentos. Mientras estuviera la lanza allí el otro tenía la obligación de escuchar. Cuando el primero terminaba desclavaba la lanza y la ponía junto al otro (junto al otro y no en su corazón): era su turno y no se lo podía interrumpir mientras la lanza estuviera allí. Pero más allá del método, la idea es entender lo que el otro dice. De pronto Don Alejo pareció ponerse un poco soñador. –Les aseguro que eso es lo que te ayuda a salir adelante siempre con tu pareja... y luego de 35 años les puedo decir que vale la pena el esfuerzo. La cara de felicidad serena y varonil de Don Alejo era como una firma que rubricaba lo que decía. –Pero como siempre les digo, sus decisiones las tienen que tomar ustedes. Ahora sólo les pido que empiecen ejercitando al menos la tradición india... sobre todo en nombre de la paz en el colegio. Que tengan buen día. Sin más salió del salón con el saludo de varios. Nadie comentó nada más... el director les había dado una verdadera lección.

Escucha ahora la explicación del profesor

ra en lugar de esclavizarte. Por eso tampoco cometas la estupidez de querer tener éxito si vives tan irracionalmente indomable como el río de montaña.

Actividades de refuerzo

Y de pronto el vigoroso río de montaña comenzó a disfrutar de una nueva sensación: la de toda su fuerza y la de su capacidad para dirigirla. Ya no se encontraba, él mismo, sometido inevitablemente a los vaivenes de las lluvias y los deshielos. Una extraña experiencia de serenidad y sosiego, podría convivir con la palpitación de toda su pujanza. De su brioso poderío. De su inagotable renovación. De su ritmo. De su vitalidad.

Resumen

Nuestro mundo busca la libertad, pero lo hace en la acumulación del tener y el poder, y olvidando esta verdad esencial: sólo es verdaderamente libre aquel al que no le queda nada que perder porque ya ha sido despojado, desprendido de todo; porque es libre de todos y de todo, y de él se puede decir en verdad que «ha dejado la muerte atrás», pues todo su «bien» está en Dios y únicamente en Él. Soberanamente libre es el que no ambiciona te científico «zek» para un proyecto que le han pedido que lleve a cabo y en el que se juega su carrera; de aombre.



Actividad para la casa

Sé creativa/o y busca los insumos necesarios para la creación del vídeo según el tema tratado en clase.