Sesión 1: Un líder de carne y hueso
PROPÓSITO
Introducción
Lectura
Andrés se dirigió a clase de Liderazgo con la mente algo más abierta, pensando que su demostración con el caballo no había sido una demostración del tipo de liderazgo que hubiera querido mostrar a una chica bonita y a la que quería impresionar. Su tío le había dicho que no se preocupara, pero se había sentido muy ridículo y no era la idea.
–Vamos a ver que podemos aprender de estos genios de la táctica y la organización que llaman los grandes líderes – comentó lacónicamente a Ramón mientras entraban por la puerta juntos.
Sorprendidos vieron ahí un hombre, alto y flaco, con pelo blanco abundante y con una cara que no dejaba lugar a duda ni de su inteligencia, ni de su seguridad. Sonia también los esperaba.
–Muchachas y muchachos, les tengo aquí a alguien que les puede decir más que yo sobre el asunto del liderazgo en condiciones extremas –empezó Sonia–, les presento el Coronel Marcano. El Coronel es tío de mi mamá, y tuvo una carrera muy distinguida en la Segunda Guerra Mundial. Tenemos la suerte de que está de visita y pudo venir. Entonces dejó que el Coronel se presentara. –¡Buenos días, jóvenes! Esta sobrina mía ha aprovechado que estoy por unos días de visita por aquí. Estoy contento de visitar este colegio y ella me ha pedido que diga algo sobre liderazgo, cosa que haré con mucho gusto.
Cuando tenía la edad de ustedes, el mundo estaba en medio de una guerra terrible; casi todos los países del mundo estaban involucrados. Como seguramente sabrán, había un dictador terrible que se llamaba Adolf Hitler conquistando y sometiendo a muchos países. Como tantos otros jóvenes de esa época, por diversas circunstancias terminé yo también como soldado de los Aliados que lo estaban tratando de parar. Fue una historia larga: entrenarme, pasar cosas muy difíciles, otras muy interesan - tes, aprender a obedecer, a mandar y ver el mundo. Lo más importante fue que logramos nuestro cometido y pudimos liberar al mundo de esa influencia malévola que fueron los Nazis. Los ojos del Coronel, mientras hablaba, parecía ver todo, y entender todas las caras que lo estaban mirando y trataban de medirlo, mientras que él, por su parte, los medía con gran seguridad. No se le escapó la impresión que había creado su mención de la Guerra Mundial, esa guerra que convulsionó el mundo durante tantos años.
–Me dice mi sobrina que ustedes están estudiando el liderazgo, y algo les puedo decir de mi experiencia, pero prefiero hacerles unas preguntas para que sean ustedes quienes me digan a mí lo que es el liderazgo… vamos a ver: ¿Cuántos de ustedes quieren ser líderes?... Viendo que ninguno se atrevía a quedar mal y todos levantaron la mano… siguió: –Bueno, eso parece ser todos. Bien. Ahora, lo que les voy a decir hoy acerca del liderazgo no son ideas mías. Yo no las inventé. Las recibí de un líder extraordinario bajo el cual tuve el privilegio de servir y aprender. Y ahora se las transmito a ustedes, junto con la obligación a trasmitirlas ustedes también algún día a la próxima generación. ¿Cuáles son las características de un líder? El Coronel Marcano hizo una pausa, mirando a los alumnos. Andrés levantó la mano:
–Para mí un líder es alguien que logra cierto poder, logra lo que quiere y consigue que otros vayan con él a alcanzar una meta –dijo. –Ujum! Interesante –contestó el Coronel–. Vamos a decirlo de otra manera. ¿Bajo qué tipo de líder quisieran ustedes servir? O, ¿bajo qué tipo de líder no quisieran servir? ¿Bajo un líder que te engaña, te roba y te miente? Si es un cómodo que deja que los demás hagan lo difícil o lo peligroso ¿le vas a tener admiración? Si ves que es un oportunista con los demás, ¿tendrás confianza en que no lo sea contigo? Si sabes que tu comandante engaña a su esposa ¿Cuánto confiarás en que te va a decir la verdad a ti? ¿No? Veo que no les están gustando este tipo de líderes. ¿Entonces como quisieran que fuera su jefe?
Y contando con sus dedos, y mirando a los ojos a cada uno de los alumnos por turno, fue pronunciando con énfasis: ¿Un hombre abnegado o egoísta? ¿Del deber cumplido o interesado? ¿Valiente? ¿Honesto? ¿Veraz? ¿Responsable? ¿Respetuoso? ¿Compasivo y magnánimo?
Claro, todo eso, y es lo que llamamos “tener integridad”. Sabiendo que iba a sorprender a sus oyentes, siguió: –Ahora, díganme, ¿quién en el campo de batalla es el último que come? –y contestando su propia pregunta continuó–. ¡Sí! El jefe. ¿Por qué? Porque así sabe, él mismo y a ciencia cierta, que cada uno de sus hombres ha comido. ¿Quién es el último que se acuesta de noche? ¡Correcto! El responsable, el teniente, si es un grupo pequeño, y el comandante si es un grupo mayor, y hará una inspección para asegurarse de que cada soldado ha sido atendido lo mejor posible.
Vean, un oficial con esta actitud tendrá la confianza total de sus hombres y no tendrán miedo de hacer lo que él les pida. A esto se le llama tradición militar, porque no es algo nuevo. Alejandro Magno, hace 2.300 años, hacía todo esto, y visitaba a todos los heridos graves luego de una batalla, antes de comer ni descansar. No tomaba agua si no había para todos. Sus hombres conocían su dedicación a ellos y por eso lo siguieron hasta más allá de los mapas existentes y se atrevían a hacer actos de osadía que todavía se cuentan.
–Ahora, por otro lado, no es siempre así –siguió–. ¿Leyeron hace un tiempo que 129 cadetes del Cuerpo de Marina hicieron trampa en un curso de brújula, y tuvieron que pasar a la Corte Marcial… sus carreras terminadas? ¿Por qué fue tan grave? Habían sido indignos de confianza como personas. Esos oficiales, si se les hubiera permitido seguir, además de no haber aprendido a utilizar el arte complicado de la brújula, habrían sido oficiales inútiles. Un oficial que no sabe bien donde está, ni donde está el peligro, sería un riesgo para sus hombres. Estos individuos no se prepararon para liderar, sino que pasaron su examen con trampa, y hubieran sido oficiales incompetentes. ¿Cómo se sentirían ustedes si van en patrulla detrás de las líneas enemigas sabiendo que su líder ha hecho trampa en su examen de lectura de mapas? Creo que no se sentirían muy seguros, ¿no?
Les voy a dar un ejemplo personal de joven oficial de 23 años. Ese día yo tenía que llevar un grupo de doce hombres a como 6 km adentro de tierra de nadie para establecer una emboscada, del otro lado de la fila. Me explicaron que la fila estaba despejada de enemigos; que acaba de regresar una patrulla de la fila y no había nadie. Bueno, salimos y justo cuando empezamos a subir hacia la fila nos topamos con una fuerza de ciento cincuenta hombres del enemigo, instalados con armas automáticas. Obviamente fue una muy mala sorpresa para nosotros doce. “Bastante desagradable”, como decía uno de ellos. Logramos escapar, pero todos resultamos heridos, y dos murieron luego por sus heridas. Yo me quedé debajo de una vegetación mientras, en la oscuridad sin vernos, nos rociaban con balas. Como el líder de la patrulla, me tocaba quedarme acompañando a uno que no se podía mover. Como seguramente saben, la primera regla de un cuerpo militar es “no se abandona a los compañeros heridos en el campo ¡NUNCA!”
En eso Andrés levantó la mano, preguntando: –Bueno, Coronel, ¿me va a decir que usted se tenía que quedar ahí, sin escaparse de ese entuerto, porque otro estaba ahí muriéndose? –Chico –contestó el Coronel con firmeza–, poder confiar totalmente en el que te lleva al terreno de peligro es la clave de todo. Si no puedes confiar en que su superior lo va a proteger con su propia vida, ¿porque lo seguirían en la batalla? El que comanda pide a sus soldados que arriesguen todo; pasan por cosas que dan terror. Sólo le obedecen porque confían en él. Imagínate, si pensaran que él podría huir dejándolos; nunca lo seguirían. Andrés se quedó pensativo con una cara de atónito como oyendo algo que no tenía sentido.
–Bueno… –siguió el Coronel–. Al final, al día siguiente mandaron un contingente grande y bien armado a rescatarnos. Con mis 23 añitos, helado de miedo y dolor, yo al menos sabía que nos iban a buscar, por eso mismo de que siempre regresan a buscar a los heridos. Saben, muchachos, a veces mueren varios rescatando a uno. Pero es lo que permite la cohesión de un cuerpo de hombres. Esa confianza mutua hace que podamos sobrevivir a tantas cosas e incluso nos hace recordar esos momentos con gran nostalgia. Los jugadores de Rugby en la clase estaban asintiendo con la cabeza, porque algo de esa cohesión habían vivido en sus partidos.
–Luego… que les puedo decir, muchachos… supe que el Teniente que había dicho que había ido hasta la fila y que estaba despejado, no había ido. Por miedo, había ido a una cierta distancia y ahí se quedó con su patrulla unas horas –terminó de relatar el Coronel y luego preguntó a la clase–. Entonces, ¿ven cómo su mentira, su falta de integridad, puso en riesgo las vidas de todo un pelotón? Yo no le tenía odio al enemigo… estábamos de ambos lados cumpliendo nuestro deber, pero para mí ese oficial era más enemigo que ellos. No tenía honor. La clase estaba silenciosa, oyendo una aventura de la vida real, y esperando que siguiera. –¿Alguna pregunta? –sonrió el Coronel.
Las caras indicaban que todos estaban tratando de asimilar las escenas que él les había evocado, y siguió, con el mismo tono serio con el cual había contado su experiencia: –La vida es en serio, muchachos y muchachas –expresó el Coronel con determinación–. Todos dependemos de la honorabilidad de los demás. Así como la vida de un soldado depende de la veracidad y de la excelencia del que lo lidera, así es en todo. Uno tiene que poder confiar en que la empresa farmacéutica haya puesto los ingredientes correctos en la medicina que debe salvarle a uno la vida; y esa empresa depende de la honestidad de sus trabajadores que no hayan robado esos ingredientes, sustituyéndolos por elementos falsos. Dependemos de la honestidad de nuestros gobernantes, que hagan obras y mantengan el orden, en vez de enriquecerse. También una familia depende de la fidelidad y constancia del padre y la madre. Recuerden eso, jóvenes… la vida es real, y no podemos pagar con moneda falsa. Ustedes tienen que construir su integridad, su carácter para que otros puedan confiar y depender de sus acciones responsables y honorables. De la misma manera uno tiene que poder estar seguro de la responsabilidad y honorabilidad de los demás. Ese es el mundo que tenemos que construir, un individuo a la vez. Integridad en todo. Mi sobrina está mirando el reloj… Ojala me inviten otro día para seguir conversando.
La clase estaba como hipnotizada, y todos perdidos en sus imaginaciones de tanta situación crítica. Salieron silenciosamente, murmurando sus “gracias” y “hasta la semana que viene” al pasar.