Sesión 2: Valores y anti-valores en la sociedad

De Wiki Coprodeli
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PROPÓSITO El estudiante desarrolla la capacidad crítica para descubrir en situaciones y contextos cotidianos los valores y los anti-valores.


Introducción

Ante los casos que Juan ve en el hospital se inicia una reflexión sobre los valores y anti-valores que afectan a la sociedad.

Ser conscientes de que los anti-valores existen y debemos combatirlos. No todo es negativo también se dan valores dentro de la sociedad.

Lectura

Los tres entraron al cuarto de los niños más pequeños después de los recién nacidos. Habría unos 30 chicos de distintas características. A algunos se les veía contentos, otros, en cambio, mostraban en sus caritas una extraña e indescriptible tristeza, incluso aún cuando sonreían. Inmediatamente los chicos que podían caminar rodearon a los recién llegados y los trataban de abrazar. Eran simpáticos y evidentemente buscaban cariño.

Gina los saludaba con total confianza y cada uno de ellos sonrió a su paso. Algunos le contaban que ya estaban mejor y otros que no habían podido dormir. A cada cama se acercó y con cada uno tuvo una palabra acertada. Juan estaba sorprendido y Betty empezaba a disfrutar esa presencia infantil. Ella había sido «raptada» por una nenita que la jaló de la mano hacia su cama y le mostró su jueguito de té. Momentos después eran tres las «mamás» que jugaban a que Betty era la hija y todas la atendían con absoluta amabilidad.

Mientras tanto Juan miraba todavía sin saber bien cómo actuar frente a los chicos. Entonces Gina lo llamó. –José –dijo dirigiéndose a un chico de unos 6 años que aparentemente no tenía nada pero que no respondía a ninguna de las palabras de la voluntaria–, quiero presentarte a un amigo. Él es Juan. La mirada de José parecía totalmente lejana y en realidad uno no sabía si oía o no. Juan se sintió incómodo pero de todos modos trató de ser natural. –Hola, José, ¿cómo estás? Pero el chico seguía mudo, aparentemente en su mundo. Gina lo acarició, le dio un beso y luego se llevó a Juan aparte.

–Este caso es realmente muy fuerte. Su mamá lo abandonó cuando era un recién nacido. Lo criaron en un hospital hasta que lo llevaron a un orfanato. Pero se escapó y desde entonces ha estado en la calle. De seguro habrás visto chicos que limpian vidrios o directamente piden limosna. Así estuvo calculo que un año o dos, hasta que lo encontró la policía hace unos días, medio muerto por una paliza. Desde entonces casi no habla y todo lo demás lo hace con mucha dificultad –Pero ¿quién fue el bestia que le puede hacer eso a un chico? – preguntó indignado Juan.

–Lamentablemente hay mucha gente en la calle que sería capaz de una cosa así y peor. Estos chicos allá sufren todo tipo de violencia y están casi todo el tiempo a merced de algunos adultos que son francamente abusivos (por decir lo menos). –Pero la culpa la tiene su mamá. –No lo sé. En parte sí. Pero vayamos un poco más allá: ¿por qué esa madre quedó embarazada si después no podía mantener a su hijo? –Por irresponsable –contestó categórico Juan. –Tal vez. Pero si estás pensando en anticonceptivos te equivocas de «responsabilidad». Creo que es parte del juego de esta sociedad esconder la irresponsabilidad detrás de un anticonceptivo. Es más, el uso de anticonceptivos es realmente la causa de que las madres pierdan ese amor por la vida del que veníamos hablando. Es llamativo cómo la sociedad te plantea algunos criterios como valores cuando en realidad son anti–valores.

–¿Cómo puede un valor ser un anti–valor? –Muy simple: cuando deja de favorecer al hombre y más bien está en contra de él. Cuando un criterio es mentira pero se asume subjetivamente como verdadero y como norma de acción. La subjetividad no coincide con la realidad y se convierte en subjetivismo. –Cuando la verdad... por ejemplo, de los derechos humanos, no la vemos.

–Es un buen ejemplo. Si te fijas con detenimiento ¿qué cosas te presenta la sociedad como valores? Tener (por ejemplo, cosas o el dinero para comprarlas), placer (sobre todo a través del sexo) y poder. Todo en la sociedad parece centrarse en eso. Sólo importa la apariencia: verse bien, sentirse fuerte, tener el último carro, la casa más lujosa o hacer los viajes más exóticos para después estar fanfarroneando con los amigos. Además parece que todo se mide por cuánto placer puedas tener sin riesgo a las consecuencias. Es más, las consecuencias ni se mencionan. –Es cierto –admitió pensativo Juan mientras veía divertirse a Betty con sus nuevas «amiguitas»–. Te dicen «sexo seguro» y no te dicen que los condones pueden fallar...

–Es una trampa, Juan. La sociedad (ese tipo de sociedad) te aturde con tantas cosas que te alejan de ti mismo de tal manera que poco a poco dejas de buscar que es lo mejor para ti (desde tus necesidades reales y particulares) y llegas a creer que la vida se debe manejar con los parámetros que ella te da. Si lo haces, a la corta o a la larga te vas a dar cuenta de que alguien te engañó. Te sientes verdaderamente vacío; la sociedad que te impulsó no te da respuestas para tus necesidades más profundas. Anti– valores como el egoísmo, el rencor, el abuso, el desenfreno, la sensualidad, la ambición desmedida y tantos otros lo único que hacen es llevarte a un límite y después dejarte solo frente a la insatisfacción y sus consecuencias. Juan pensó de inmediato en Julia que estaba sola frente a la muerte. Le pareció absurdo que una amiga suya, de su misma edad, estuviera sola frente a la muerte, pero así era. Comprendió perfectamente a lo que se refería Gina.

De todas maneras intentó una especie de defensa. –Lo pones muy negativo, Gina. –Realismo Juan. Así son los anti–valores. Están presentes en nuestras sociedad. Aquí tienes la prueba: muchos de estos chicos fueron abandonados por padres que creyeron que podrían buscar placer olvidándose de la paternidad. Que podían encontrar a su gusto dinero sin trabajar o poder sin compromiso. Por eso tenían que dejar a sus hijos, porque ellos son estorbos en su «realización personal». El problema es que estos egoísmos no suelen conducir a nada. Juan miró a los chicos de la sala y sintió un fuerte enojo. De todas maneras no se rendía.

–Pero no todo es como dices. –Sí, también existen cosas positivas –reconoció pacíficamente la voluntaria–. La sociedad también tiene valores. Tal vez con menos espectacularidad. Gracias a la sociedad, a los valores de la sociedad, José tiene una oportunidad de reír nuevamente. Tal vez tardemos un poco con él, pero estamos trabajando en base a darle lo que todo ser humano necesita: comprensión, amabilidad, ternura, seguridad, protección, amor. –Cierto –corroboró Betty que hacía un rato estaba detrás de Juan escuchando–. Sabemos más de escándalos y problemas que de cosas buenas. Tengo un tío (Juan lo conoce) que trabajó mucho y se esforzó honestamente por sacar adelante a sus hijos, después que su esposa murió de cáncer. Durante todo el tiempo de la enfermedad de mi tía él trabajaba y en sus ratos libres iba a cuidarla y ya en las noches se dedicaba a sus hijos. En todo ese tiempo no se impacientó ni se volvió una persona triste, a pesar del cansancio. Creo que es un ejemplo de valentía y generosidad y no salió en los periódicos.

–Nosotros somos también la sociedad y en nosotros la sociedad vive y transmite valores (como en el caso de tu tío) –retomó la posta Gina–. Valores positivos que hacen que una pueda ser feliz. Tu tío, a pesar del esfuerzo y dolor de perder a su esposa, no se derrumbó (y mucho menos se volvió un resentido contra la sociedad) sino que supo sacar lo mejor de sí y con eso dar un ejemplo de humanidad que sus hijos nunca olvidarán. Frente a los anti–valores «de la calle», muchas familias educan en los valores a sus hijos. Frente al placer desenfrenado, el placer en contexto de amor. Frente a la ambición, la generosidad.

Frente a un poder soberbio, la humildad. –Pero ¿dónde están los valores? ¿A quién le interesa eso? Aparte de la madre Teresa de Calcuta –la impaciencia de nuevo hacía estragos en Juan. –A nosotros. Por eso estamos aquí, como voluntarios. No ganamos nada en dinero, sin embargo día a día hombres y mujeres de todas las edades donan lo mejor de su tiempo para estos chicos. Te aseguro que a los niños el dinero no les importa, pero una caricia humana y una sonrisa son su mejor medicina. Tal vez el problema es que nosotros no salimos en la tele o en los diarios, pero como ves, existimos. Lo único que te puedo decir, Juan, es que debes tener la capacidad de distinguir entre valores y anti–valores. A veces no es fácil. Para que tengas una pista, acuérdate de lo que te dije sobre los derechos humanos. El auténtico amor al prójimo es vital para entender los valores.

Juan se quedó pensando en estas palabras mientras Gina se acercaba a otra cama. En su cabeza giraba la idea, cada vez más clara, de que lo mejor era jugarse por los valores. Se acercó a la cama de José. Distraídamente se sentó junto a él y sacó unos caramelos de su bolsillo. Haciéndose el misterioso los puso en sus manos mientras le susurraba al oído. –Son para ti, José... Pero que no te vean los médicos, amigo. Al principio el chiquillo no reaccionó pero en cuanto sintió los dulces sonrió leve pero profundamente. Juan sintió una alegría indescriptible. Había hecho un acto bueno. Había vivido un valor.

–Volveré, amiguito. Te lo prometo –le dijo al despedirse. La triste cara de José no cambió ante la promesa. El chico tenía mucho encima como para que un simple caramelo lo curara, pero Juan sabía que tenía un contacto y que lo hecho era un granito de arena más. Gina y Betty ya estaban junto a la puerta. La voluntaria los acompañó hasta la puerta para despedirse. –Nos vemos el viernes –les dijo con toda seguridad. –Nos vemos –respondió Juan–. Vamos a volver. Gracias, Gina. Betty no decía nada, pero estaba secretamente contenta de ver que su novio había encajado tan bien en un lugar que a ella le gustaba. Allí podrían trabajar por los niños. Allí se verían el uno al otro haciendo cosas por los demás, dando un poco de ese amor que ella quería que fuera el amor entre los dos. Había muchos motivos para estar contenta, a pesar de que... –Juan, vamos a ver cómo siguen Julia y Ramón.

Escucha ahora la explicación del profesor

Cuando no se viven los valores

Los valores son realidades que mueven las acciones de las personas. Por eso cuando se deja de creer en valores superiores (que motivan actos buenos) se entra en una dinámica de egoísmo en la cual no importa si las consecuencias de los actos afectan o dejan de afectar a los demás.

Hoy en día es frecuente escuchar noticias que relatan la vida de niños abandonados, de gente que muere asesinada o ha sido robada, de estafas y situaciones dolorosas provocadas por las acciones de otros. En fin, no es extraño enterarnos cómo la gente sufre diversos tipos de violencia que los lleva a desconfiar o a dejar de creer en las personas. Esto es resultado de los antivalores, motivaciones negativas para la acción. La motivación siempre existe: si es buena es un valor, si es mala, un antivalor.

Pero este fenómeno de violencia también se da contra uno mismo: cuando la persona deja de creer en los valores positivos como guías para su propia vida se deja llevar por situaciones compensatorias que lo alejan de sí mismo. Es decir, se pueden adoptar conductas de raíz autodestructiva donde nada importa. El problema se agrava cuando estas situaciones desencadenan hechos más complejos como tener relaciones sexuales sin compromiso alguno, un aborto, problemas de adicción, etc.

Lo que está en juego es muy valioso: la capacidad de volver a creer en algo positivo y mejor para la propia vida. Se entra en el círculo de la desesperanza porque no se cree que pueda existir algo bueno. La carencia de valores sumerge al hombre en el sin sentido y en la confusión.

Actividades de refuerzo

Los anti-valores de hoy son los de siempre

Llamamos anti-valor a aquellos valores que se oponen a un valor positivo atentando contra el verdadero bienestar de la persona. También encontramos en el libro del alumno la siguiente definición: cuando deja de favorecer al hombre y más bien está en contra de él. Cuando un criterio es mentira pero se asume subjetivamente como verdadero y como norma de acción. Es la subjetividad no coincide con la realidad y se convierte en subjetivismo.

La sociedad hoy no exalta los beneficios de los valores. Por el contrario nos presenta una serie de «valores» que por su naturaleza y deformación se han convertido en anti-valores. Así se han exaltado el ...Tener (por ejemplo cosas o el dinero para comprarlas), placer (sobre todo a través del sexo) y poder. Todo en la sociedad parece centrarse en eso. Sólo importa la apariencia: verse bien, sentirse fuerte, tener el último carro, la casa más lujosa o hacer los viajes más exóticos para después estar fanfarroneando con los amigos. Además parece que todo se mide por cuánto placer puedas tener sin riesgo a las consecuencias. Es más, las consecuencias ni se mencionan.

Resumen

Consecuencia de vivir los anti-valores

Al final dejarse llevar por los anti-valores es como caer en una gran trampa desde la inconsciencia. El reto está en que la sociedad no nos invita a pensar en lo que es mejor para nosotros. En realidad nos invita a disfrutar presuntos valores que nos alejan de nosotros mismos hasta el punto de llegar a olvidar qué es lo mejor para nuestras vidas. Es una forma de deshumanizarnos:

Te sientes verdaderamente vacío la sociedad que te impulsó no te da respuestas para tus necesidades más profundas. Anti–valores como el egoísmo, el rencor, el abuso, el desenfreno, la sensualidad, la ambición desmedida y tantos otros lo único que hacen es llevarte a un límite y después dejarte solo frente a insatisfacción y sus consecuencias.

Sin embargo no se trata de tener una actitud negativa frente a la sociedad sino de desarrollar un espíritu de análisis que nos permita escoger con inteligencia qué es lo mejor para nuestras vidas y poder sentirnos satisfechos de las cosas que hagamos. Se trata de desarrollar una actitud crítica frente a los valores que nos presentan buscando reconocer entre ellos los valores de los anti-valores.

Rescatar los valores de la sociedad

Los valores los descubrimos, la persona no los inventa. En la sociedad también encontramos valores positivos pero son menos «ruidosos», no generan tanto escándalo como los anti-valores. Dentro de la sociedad podemos encontrar casos de personas que realizan actos heroicos de generosidad y entrega desinteresada por el bien de personas necesitadas. El detalle radica en que este tipo de noticias no venden tanto como los problemas y los escándalos.

Pero en nosotros, que también somos la sociedad, está el anhelo de vivir los valores que nos lleven a mejorar como personas: Nosotros somos también la sociedad y en nosotros la sociedad vive y transmite valores. Valores positivos que hacen que una pueda ser feliz. Frente a los anti–valores «de la calle», muchas familias educan en los valores a sus hijos. Frente al placer desenfrenado, el placer en contexto de amor. Frente a la ambición la generosidad.

Frente a un poder soberbio la humildad El auténtico amor al prójimo es vital para entender los valores. Por eso nuestro mensaje frente a los antivalores tienen que ser profundamente positivo y esperanzador.

Actividad para la casa

«Juego de roles»

1. Elegir a cinco alumnos que se caractericen por su habilidad en las improvisaciones.

2. Asignar a cada uno rol, es decir, comportamientos de diferentes tipos de personas en una circunstancia determinada de la vida.

3. Indicar que el resto del salón va a analizar la actitud y las reacciones de la gente frente a determinadas situaciones o hechos concretos.

4. Los roles o papeles serán:

– La reina de belleza – El multimillonario – El juerguista (que se la pasa todo el tiempo en diversiones) – El politiquero – El voluntario en programas de asistencia hacia los más pobres – El padre de familia empeñoso y trabajador – Una señora que trabaja en programas de comedores populares

5. Se escoge como tema «Lo que más valoro en la vida»

6. Cada personaje prepara lo que va a decir con un grupo de compañeros del salón que lo asesoran (para ello formar grupos para cada rol).

7. Se puede presentar el juego de roles como un debate o un programa televisivo con un coordinador de modo que tenga orden.