Sesión 2: No hay trampa pequeña
PROPÓSITO El estudiante comprenda que la trampa en la adolescencia se convierte en corrupción en la adultez.
Introducción
Comentar con cuánta frecuencia escuchan hablar en las noticias de corrupción. Andrés descubre que su familia está en aprietos por la deshonestidad de un banquero.
Lectura
La vida de Andrés parecía ir tomando forma. Desde la confusión y sentimientos negativos que lo llevaban a ser el payaso de la clase, los acontecimientos de la vida lo iban llevando a entender quién era. El incidente en el vestuario cuando ayudaron a Adán le había hecho ver que sus problemas no eran mayores que los de otras personas y le dio cierta perspectiva. Además el haberlo podido ayudar en un momento tan peligroso le había hecho sentir que valía. Sin embargo, a los pocos días le cayó un golpe inesperado. Era un sábado y de inmediato buscó a Carlos y Álvaro para contarles la nueva situación que acababa de descubrir en su casa. Les contó como su madre con una cara de tremenda preocupación había mandado a los hermanos más chicos al cine con Alfredo y su novia mientras ellos hacían una limpieza a fondo en la casa. Para Andrés esto era la manera de tener un momento de estar cerca de su madre. Viéndola tan preocupada, como ausente, Andrés le había preguntado que le pasaba y ella había llorado y explicado algo terrible para toda la familia. Angelita, la mamá de Andrés, era una mujer fuerte. Luego de trece años de matrimonio su esposo (el papá de Andrés) se fue sin dar explicaciones y la había dejado sola con tres hijos, dos de los cuales eran casi bebés. Andrés recordaba el día en que finalmente se había presentado ante los niños y les había dicho: –“Hijos, papito no volverá por un tiempo. Tenemos que ser fuertes y ayudarnos mucho”. En ese momento había sentido una tremenda tristeza y no podía pensar en su padre sin echarle la culpa de todo lo malo que sucedía a su alrededor. Pero su madre los iba criando con mucho amor, ayudada por la abuela y los tíos, sobre todo Alfredo. Andrés pasó por momentos de rebeldía, sobre todo en el colegio. Solía descargar contra sus compañeros la ira que le daba pensar en la ausencia. El primer año se convirtió en un auténtico patán. Varias veces su madre había tenido que responder por él. Finalmente lo expulsaron de la escuela y tuvo que rendir exámenes finales bajo amenaza de repetir curso. Pero Andrés era inteligente y superó aquel año. Sin embargo su actitud tenía preocupados a todos en la familia, porque además influía en los más pequeños. Todo esto en su hijo mayor no hacía fácil la labor de por sí pesada de la madre. El gran salvavidas de Andrés fue el tío Alfredo que poco a poco se convirtió en su mejor amigo. Esa cercanía suavizó todo. Si bien el adolescente no era un «ejemplo de buen comportamiento», sus arranques habían ido disminuyendo. En el nuevo colegio se sintió más a gusto y decidió mejor pasar más desapercibido, convirtiendo su incomodidad en la tendencia a la payasada que le conocían ahora. Hoy, con Carlos y Álvaro, no estaba para payasadas, sino que quería trasmitirles lo que le había pasado entre él y su madre esa mañana mientras limpiaban a fondo.
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–Quiero contarte algo –le había dicho su mamá–. Eres lo suficientemente grande como para comprenderlo. Además como hermano mayor tienes que ayudarme más que ninguno. –Claro, mamá –dijo su hijo sentándose a su lado. Andrés se sentía orgulloso e intrigado. El tema debía ser delicado. –Bueno, mira –dio un rodeo Angelita al hablar–. Cuando tu papá se fue hacía poco se había metido en una hipoteca con la que compramos esta casa. A mí siempre me pareció arriesgado pero él insistió porque el banco era local y le dijo que le perdonarían el primer año y que, si alguna vez se atrasaba en los pagos, ellos lo esperarían. –¿Y qué pasó, mamá? –preguntó Andrés empezando a asustarse. Todo el mundo hablaba de la crisis y hasta él, que siempre había querido tener una actitud despreocupada sobre esas cosas, estaba al tanto de lo difícil que se había puesto la situación. –El mismo banco que nos dio la hipoteca es donde la empresa en la que trabajo tiene la mayoría de sus cuentas… y fue estafado –dijo su madre–. Ahora está cerrado y nuestros trabajos penden de un hilo. Y peor aún: lo que ya hemos trabajado no nos lo pueden pagar completo. –¿Cómo? –dijo Andrés indignado–. Pero ese dinero es nuestro... tú lo ganaste con tu trabajo. ¿Cómo es posible que no te lo quieran dar? –No somos los únicos afectados –dijo su madre–. Como sabes es un tiempo complicado para mucha gente en el mundo. Tal parece que movimientos corruptos con el dinero no sólo se dieron en nuestro banco, sino que también en grandes corporaciones. Muchos querían aprovecharse del dinero fácil engañando al siguiente comprador o a otro banco. Pero esa rueda dejó de circular y cuando el último en comprar un documento bancario quiso obtener su dinero en efectivo quedó al descubierto que muchos habían mentido y el sistema por poco se vino abajo. Andrés había oído eso: banqueros que le pasaban deudas a otros banqueros cobrando comisión como si la persona que pidió el dinero al inicio tuviera suficiente para pagar. Pero al final todos se dieron cuenta que el primero de la fila, el que había pedido el dinero para comprar su casa, tenía poco o nada para pagar. El caso de ellos era un ejemplo: sin el sueldo de su madre no había cómo pagar la hipoteca. A su caso había que sumarle el de millones más en la misma situación. Eso estaba provocando la quiebra de los bancos y el cierre de empresas. Literalmente, un círculo vicioso de unos mintiendo a otros en el mundo entero. Se había hecho un silencio pesado. Andrés volvió a sentir esa ira que antes lo solía atacar. No entendía cómo podía haber gente que hiciera eso. –Pero si no te pagan te están robando, mamá –dijo indignado. –Así es –reconoció su madre. –Pero, ¿cómo se llegó a eso? –preguntó el muchacho–. Me parece tan injusto... –En el caso de nuestro banco uno de los gerentes jugó con los préstamos –explicó Angelita–. Parece que desde hace un tiempo había estado autorizando préstamos de muchísimo dinero a empresas que él sabía que no lo podían regresar. A escondidas él recibía como soborno parte de ese dinero. Ya sabes que un banco presta el dinero que otros depositan. Supuestamente los que trabajan con él ganan más dinero y luego tienen que devolver lo que se les prestó y un poco más. Al no pagar, esas empresas se quedaron con nuestro dinero. –¿Y el gerente? –quiso saber Andrés. –Nadie sabe dónde está –dijo su madre–. La policía lo busca... –Pero eso es injusto, mamá –explotó el hijo–. Él no trabajó nada y se quedó con el dinero de gente que sí trabajaba. –Así es la corrupción, Andrés –explicó Angelita suspirando–. El corrupto no piensa en el daño que pueda ocasionarle a los demás. Es el total egoísmo. Pero me gustaría que aprendieras algo, Andrés. La corrupción no es exclusiva de la gente que tiene mucho poder o mucho dinero. La corrupción nace desde abajo. No sería extraño que este hombre haya empezado desde chico haciendo trampa en los exámenes «porque se le hacía más fácil que estudiar». Las grandes mentiras antes necesitan de las pequeñas. Se empieza con una tontería y se termina haciendo mucho daño. La mamá de Andrés estaba en un aprieto pero quería que su hijo no se quedara en la ira sino que aprendiera una lección. –Recuerda siempre el dolor que estamos sintiendo ahora –le dijo–. Porque hay gente que cree que el mundo es una competencia para ver quién gana más a expensas de los demás. Algunos dicen que el mundo es de los «rápidos», de los «vivos», como si este tipo de actitudes fueran una virtud. No lo es, Andrés: todo lo contrario. La corrupción siempre perjudica a los demás y perjudica más aún al corrupto, quien pierde su honor. Al contar esta conversación a Carlos y Álvaro, le comentaba que seguramente esto era verdad, pero la emergencia económica en la cual estaban y la idea que podía perder su casa, le hacía sentir de repente una sensación de pánico, unida a la conciencia que el tenia ahora que responder como hombre ante esta situación, olvidándose de sus propios problemas. –O sea, hombre, estamos en una situación muy difícil, y voy a tener que buscar un trabajo, porque a mi madre no la puedo dejar sufrir sola, así –les terminó diciendo. Carlos, que había buscado su primer trabajo a los 12 años, se ofreció enseguida para ayudarlo, recomendándolo a su antiguo jefe en el mercado. Álvaro, siempre más vehemente, se expresó duramente contra las personas que habían hecho el daño a sus amigos, y dijo que iba a hablar con unas personas que conocía para ver cómo podían ayudar en ese asunto. Entre el apoyo moral tan espontaneo y tan concreto de sus amigos y su confianza en el soporte que siempre tendría de su Tío Alfredo, Andrés empezó a ver el mundo con otros ojos: los ojos de un hombre decidido a conseguir soluciones a los problemas de sus seres queridos. (Cap. 29 Libro Aprendiendo a Querer 11).
Escucha ahora la explicación del profesor
1. Desarrollo de la corrupción Estamos acostumbrados a escuchar casos de desfalco, robo, abuso de confianza o engaños económicos, todos producto de la actitud corrupta de malos funcionarios que sin escrúpulo alguno toman el dinero de otros, que con esfuerzo lucharon por conseguirlo, para su lucro personal. Esto no es novedad, la reflexión se encamina por el lado del «porqué». No hay que ser un gran empresario o un alto o mediano ejecutivo o funcionario para ser corrupto. La corrupción nace del egoísmo, de pensar solamente en el propio bien sin importar los demás (incluso a costa de otros). El corrupto no piensa en el daño que pueda ocasionarle a los demás. Es el total egoísmo. Capítulo 29 | No hay trampa pequeña Destacar que la corrupción empieza por las cosas pequeñas: La corrupción no es exclusiva de a la gente que tiene mucho poder o mucho dinero. La corrupción nace desde abajo. No sería extraño que este hombre haya empezado desde chico haciendo trampa en los exámenes «porque se le hacía más fácil que estudiar». Las grandes mentiras antes necesitan de las pequeñas. Se empieza con una tontería y se termina haciendo mucho daño.
2. La corrupción daña a personas concretas
...la corrupción siempre perjudica a los demás y perjudica más aún al corrupto, quien pierde su honor. Al ser egoísta, el corrupto pierde de vista la dimensión solidaria, no le importa lo que pase con los demás porque no tiene conciencia del dolor que puede provocar. Como dice el refrán: “ojos que no ven, corazón que no siente”. El no ver el daño que se ocasiona no significa que no exista y que no sea doloroso. Desarrollar la conciencia de que otras personas pueden sufrir o padecer situaciones difíciles o hasta dolorosas es un buen punto para cuestionar la bondad e intención de nuestros actos. Otro aspecto a considerar es que la conciencia de lo bueno tiene que forjarse desde las pequeñas cosas.
Actividades de refuerzo
Resumen
Valor de la honestidad
Pero algunos preguntarán: ¿de qué sirve ser honesto? El precio de la conciencia tranquila y de la satisfacción personal al realizar un acto bueno son los resultados de una conducta honesta. Además la persona honesta se hace digna de confianza, y ése es un bien que no tiene comparación. Una vez que la confianza se rompe nada ni nadie puede restaurarla. Es para puestos de real importancia que se busca a personas confiables por su honestidad. No hay dinero en el mundo que pueda compensar ni pagar la confianza que se tenga en uno.