Sesión 2: Sólo coqueteando
PROPÓSITO
Introducción
Lectura
Durante la semana Álvaro, Ramón y Carlos, como todos, seguían pensando en ese mundo desconocido, pero muy real: el mundo de las guerras, de los soldados como Marcano. Reflexionaban sobre las consecuencias imponderables de decisiones y acciones, la enormidad de secuelas que podían provocar la falta de integridad y responsabilidad, y trataban de visualizarse en esas situaciones. No tuvieron mucho tiempo para conversar, pero cuando se veían en el pasillo, se saludaban “a lo militar”.
Sin embargo, la vida seguía. Alicia tuvo la oportunidad de organizar algo que la tenía muy ilusionada. Uno de sus primos, que trabajaba en un estadio, la llamó para decirle que tenía entradas grupales para un famoso espectáculo sobre hielo. Ella venía corriendo a invitar a Álvaro para que fuera uno de los primeros en asistir con ella. Cruzó rápidamente por un pasillo de la escuela y se dirigió al casillero de Álvaro.
Se detuvo en seco. Álvaro estaba sacando libros de su casillero, riendo y quitándose de la cara su largo cabello. Sus ojos oscuros brillaban con interés mientras sonreía mirando directamente a los ojos de... Pinky –¡Cualquiera menos Pinky! –pensó Alicia, mientras daba media vuelta para ocultarse. Pinky era la niña coqueta de la clase, vestía siempre apretado y llamativo. La llamaban así porque era tan pálida que parecía albina, aunque tenía ojos profundamente azules. Su cabello era de un rubio casi blanco. Su cuero cabelludo era rosa por donde se viera. Además, le gustaba usar lápiz labial rosa y accesorios rosados.
Alicia nunca pensó que Pinky fuera atractiva. Al parecer por su aspecto ella era una especie de chiste continuo entre los chicos, pero Carlos le había dicho que ellos opinaban que “estaba muy buena”, aunque la encontraban un poco cabeza hueca. Carlos expresó firmemente que tenía buen cuerpo, y Alicia se contuvo de preguntarle qué hacía fijándose en el cuerpo de Pinky, cuando supuestamente estaba tan enamorado de Mariana.
Álvaro ciertamente estaba chequeando precisamente esto a pesar de que hacía lo que podía por controlar su mirada. Cuando sus ojos empezaron a vagar por su cuenta, Alicia tuvo la impresión de que era uno de esos
casos en que “no se puede evitar mirar”. Álvaro lucía todos sus dientes en una amplia sonrisa y se veía contento, algo raro en él que normalmente era taciturno. –Más feliz de lo que se ve conmigo– pensó Alicia. Respiró profundo un par de veces y apareció con un andar sereno tratando de poner cara amistosa. Al verla, Álvaro la saludó: –“¿Esas manchas rojas brillantes en sus mejillas significaban vergüenza, placer por verla o que había estado apoyado sobre su casillero?”– se preguntaba Alicia.
–Hola Pinky –saludó Alicia a la coqueta chica usando sólo la cantidad necesaria de sus reservas de amabilidad. – Hola Alicia –le respondió Pinky desdeñosamente mientras se despedía larga y sugerentemente de Álvaro. Este sonrió con satisfacción y, secándose las manos en sus pantalones se dirigió a Alicia al tiempo que su sonrisa se apagaba un poco. – Hola –dijo vacilando. – Hola –respondió ella con un tono ligeramente estudiado. – Ehh, ¿quieres que te acompañe a casa? –propuso Álvaro. – Claro –aceptó Alicia.
Caminaron en silencio. Álvaro sabía que Alicia estaba molesta, pero le parecía un poco injusto. Alicia no quería salir con nadie y ciertamente con nadie de manera exclusiva, aunque ella había dejado muy claro que si lo hiciera, sería con él. Él no se sentía obligado a dejar de salir con otras chicas tampoco, aunque realmente no quería. Su corazón estaba bastante unido a Alicia. La actuación valiente y generosa de Alicia en tantas ocasiones de los últimos dos años lo habían llenado poco a poco de sentimientos de respeto y cariño hacia ella. A pesar de eso, él pensaba que ella esperaba demasiado. Él no era de piedra. Le gustaban las chicas. ¿No tenía acaso derecho a sentirlo y demostrarlo?
Cuando ya estaban bastante adentrados en el vecindario y lejos de la escuela, le dijo: –Bueno. –Bueno, ¿qué? –lo encaró Alicia dejando de caminar. –Dime lo que estás pensando. Estás enojada porque estaba coqueteando con Pinky –adivinó Álvaro. –Sí –respondió Alicia honestamente–, lo estoy. –Como si fueras mi dueña. –No, pero… Entonces Álvaro se apresuró a decir: –En primer lugar, Alicia, ella se acercó a mí y empezó a coquetear conmigo.
Fue... En realidad, Alicia, ese tipo de atención es halagadora. Así que le respondí. ¿Y qué tiene de malo coquetear un poco? Es inofensivo. –No creo que sea inofensivo –opinó Alicia–. Es como hacer una promesa con los ojos. –¿Una promesa de qué? –se defendió Álvaro–. No le prometí nada. Pinky es una cabeza hueca. –Entonces quizás no sea lo suficientemente inteligente para darse cuenta que sólo estabas jugando con ella –insistió Alicia. Álvaro se quedó momentáneamente en silencio ante la fuerza del argumento. Pero volvió al ataque.
–Mira, Alicia –le dirigió una sonrisa encantadora que la ablandó bastante y viendo su ventaja, siguió adelante–, coquetear es simplemente la forma en que dos personas del sexo opuesto expresan que existe atracción entre ellos. ¿Ok? Es como reconocer que otra persona es sexy, es todo. Es un cumplido.
Alicia negó con la cabeza y aseveró: –Cuando alguien coquetea, la otra persona debe, o bien señalar que no está interesada, o responder y demostrar que está dispuesto a comenzar una relación –continuó Alicia–. Cualquier otra cosa es sólo engañar a la otra persona. –Eres tan extremista –dijo Álvaro mirando al cielo–. Contigo es todo o nada. –¿Por qué estaba coqueteando contigo? ¿Qué quiere de ti? – No lo sé. Probablemente quiere atención –contestó él con seguridad–. Todos saben que a Pinky le gusta tener la atención de los hombres. Bueno, yo se la di. No es para tanto. Mira, Alicia, mañana la ignoraré totalmente, ¿bien? Ni la miraré, ¿de acuerdo? Actuaré como un grosero. –No tienes que ser grosero –lo reprendió Alicia–. Pero creo que la escena que montaste fue excesiva.
Álvaro pensó en algo que lo hizo sonreír: – Así que... ¿estás celosa? –¡No! –dijo Alicia acaloradamente, pero el rubor de su cara desmentía sus palabras.
–Tú quieres toda mi atención, ¿cierto? –Álvaro comenzó a descubrir
los pensamientos de Alicia–. No quieres que seamos novios pero quieres que tenga ojos sólo para ti, ¿cierto? ¿No es eso lo que esperas, Alicia? No estamos de novios, y según tú sólo puedes ser la novia de alguien si piensas en casarte con esa persona; pero tampoco estamos preparados para pensar en eso. Por lo tanto, no puedo salir contigo, pero tampoco puedo salir con nadie más. ¿Cierto? ¿No esperas demasiado de mí? Alicia hizo un gesto de impotencia y dijo: –Mira, si ella realmente te gusta, o cualquiera otra, no quiero obstaculizar tu camino… –Tú bien sabes quién me gusta realmente –observó Álvaro–. Pero esperas demasiado de un hombre.
Comenzaron a caminar uno al lado del otro hacia la casa de Alicia. –Creo que soy como cualquier chica. Quiero a un Sir Galahad, un caballero valiente en armadura que haga proezas por su dama –respondió ella con una sonrisa. –Seguiré tratando de serlo para ti. Pero si tengo un traspié de vez en cuando, perdóname, ¿ok? Alicia asintió: – Siempre te voy a perdonar. Álvaro arqueó las cejas. – Siempre es mucho tiempo. ¿Qué tal si me perdonas esta vez? –le propuso Álvaro. –Trato hecho –respondió Alicia riendo. Habían llegado a casa de Alicia y se separaron contentos. “Álvaro tenía razón” –pensó Alicia mientras movía su mochila para poder pasar con facilidad por la puerta principal de su casa. “Siempre es un tiempo muy largo”. Por esa razón ellos no salían juntos. Ella realmente no quería involucrarse románticamente con nadie, a menos que existiera la posibilidad de “siempre”. En su corazón, esa posibilidad definitivamente existía con Álvaro, pero sentía que ambos tenían que recorrer un largo camino antes de estar preparados para eso. Ella sabía que sus expectativas eran altas. Le consolaba saber que Álvaro reconocía que sus expectativas para consigo misma también eran altas y que hacía todo lo posible por cumplirlas. Lo cómico era que mientras más se negaban a embarcarse en una relación romántica, más atraída se sentía hacia Álvaro. Él era simpático, entretenido, cálido, protector, masculino. Le encantaba que formara parte de su vida y esperaba que a él le gustara también. Quizás todo esto era como decía Carlos: “las chicas son atraídas como imanes a los chicos que no coquetean con ellas”. Tal vez Carlos le había enseñado ese secreto a Álvaro. Sea como fuera, con ella estaba dando buen resultado.