Diferencia entre revisiones de «Sesión 3: Manejando los medios de comunicación»
Línea 182: | Línea 182: | ||
continuó incluso sobre lo que dijo Luis. Pero al rato trajeron un par de | continuó incluso sobre lo que dijo Luis. Pero al rato trajeron un par de | ||
juegos de mesa y todos cambiaron la atención, sin la presión del estado de | juegos de mesa y todos cambiaron la atención, sin la presión del estado de | ||
salud de los amigos, todos se divirtieron con más ganas. | salud de los amigos, todos se divirtieron con más ganas. | ||
== Escucha ahora la explicación del profesor == | == Escucha ahora la explicación del profesor == |
Revisión actual del 12:28 15 nov 2021
PROPÓSITO El estudiante comprende la diferencia entre ser protagonista de la realidad y espectador pasivo de lo que se le propone a través de los medios de comunicación.
Introducción
Julia se recupera gracias a una donador de sangre que llega al escuchar el aviso de ayuda por televisión. Los chicos después de celebrar empiezan a discutir si la televisión es siempre buena o mala. El grupo va a la casa de Estaban cuyo padre trabaja en un canal de noticias y les explica la función y la realidad de los medios de comunicación.
Saber qué son los medios de comunicación para saber manejarlos.
Lectura
En cuanto salieron de «Nueva Vida» Juan y Betty se dirigieron otra vez a la puerta principal del hospital. En ese momento notaron un movimiento extraño entre sus compañeros. –¿Qué pasa? –preguntaron a Julieta en cuanto llegaron al grupo. –Don Alejo acaba de decir que los dos ya están fuera de peligro... ¡Se salvaron, Betty! Las dos amigas, como muchos otros de los chicos, se abrazaron de pura felicidad mientras Juan se informaba de lo sucedido con sus compañeros. Entonces volvió a salir Don Alejo.
–¡Muchachos...! Un momento de atención. Esta tarde van a trasladar a Ramón a un cuarto común –el grupo rompió en un aplauso–. En cuanto a Julia, se quedará en observación hasta mañana. Lo que me pide el director del hospital es que despejen la entrada. Sabemos que quieren estar cerca de sus amigos, pero por ahora es poco lo que pueden hacer. Y como saben, los enfermos suelen requerir tranquilidad para recuperarse. Así que dejen a alguno que se quede de guardia. Cualquier novedad les avisaremos. Inmediatamente los chicos se arremolinaron sobre el profesor para saber más. Juan se acercó para oír detalles.
... Hubo un momento crítico –decía don Alejo–. Necesitábamos sangre de tipo A, RH negativo. Ésta es la sangre más difícil de conseguir. No aparecía donante y eso hizo peligrar la vida de Julia. Pero felizmente alguien contactó a la televisión local y durante los últimos dos días estuvieron constantemente pidiendo un dador de sangre. –Yo vi esos anuncios... –interrumpió emocionado Manuel. –Creo que varios los vimos. Lo importante fue que lo vio una persona generosa con ese tipo de sangre y esta mañana se pudo juntar lo suficiente como para considerar que Julia está fuera de peligro. Otra vez todo mundo aplaudió. –¡Por una vez la televisión sirvió para algo bueno! –comentó una de las chicas.
De inmediato se armó una discusión muy alegre sobre si la televisión «siempre» servía para algo o solamente a veces. Este tipo de fenómenos suele darse luego de mucha presión y cuando sabes que la cosa se ha resuelto bien: te pones a hablar como loco de otra cosa. Don Alejo, con esfuerzo, pidió que siguieran la discusión en otro lado. El grupo se fue disgregando.
La mayoría se fue a la casa de Esteban. Su papá era parte del equipo del noticiero local. Precisamente él fue el contacto para que los llamados solidarios salieran al aire. Esa casa era el lugar perfecto para seguir la discusión acerca de la televisión: ¿es buena o es mala? En cuanto llegaron la mamá del anfitrión sacó jugo para to-dos y se armó un muy buen ambiente. El señor Luis Capurro (así se llamaba el papá de Esteban), fue convocado para intervenir en la discusión. Había generado tal interés el tema que todos los presentes estaban atentos a lo que dijera Luis. –Papá –presentó Esteban el caso–, Julia está bien. Tu aviso consiguió el dador de sangre. –Me alegro. Pero no es mi aviso, lo sacó el canal –aclaró Luis. –Para mí es tu aviso. Pero el punto es que discutíamos sobre si la tele es buena o mala.
El muchacho se quedó mirándolo. –¿Quieren que diga algo? –preguntó Luis, desconcertado por lo corto de la exposición. Todos asintieron. –Bueno, es todo un tema. Lo primero que les puedo decir es que en sí misma, la tele no es ni buena ni mala. Es un medio de comunicación. Es como el teléfono: siempre depende de qué digas. Si pides auxilio, el teléfono es bueno. Si lo usas para amenazar, el teléfono es malo. En realidad es malo quien habla. En la televisión es lo mismo: depende de los contenidos que se le dé y de la capacidad crítica del televidente para entender el mensaje. –Explica esto último –interrumpió Esteban, que tampoco había entendido nada.
Su padre pensó un poco. –La actitud crítica es la capacidad que tiene la gente que ve televisión o se enfrenta a cualquier medio (pienso en escuchar radio o leer periódico) para entender correctamente lo que se está transmitiendo. No todas las noticias, películas o propagandas se hacen con objetividad, algunas de ellas dependen de los intereses de quienes las trabajan o pagan para que salgan al aire. Por eso hay que ser críticos ante lo que los medios dices.
Muchas veces el mensaje, para apuntar «ratings» o ganar más espectadores, es de anti–valores: sensualidad, ansia de poder, egoísmo y muerte violenta. –¿Por qué pasa eso? –preguntó Juan. –Recuerden que la televisión vive de la publicidad. A mayor rating, más cara es la publicidad. Y las publicidades ¿qué es lo que quieren? Vender. A ellos no les importa si tú eres mejor o peor, sólo quieren vender. Así que apelan a todos los trucos para convencerte. Algunos son creativos y sanos. Otros estimulan los impulsos más básicos. El problema de estos impulsos es que son ciegos. Normal-mente los gobierna la mente, pero si los separas, la persona termina haciendo cosas no necesariamente lógicas y ahí está la ganancia del comercio. La idea es que terminemos comprando lo que tal vez no nos hace falta. Para llegar a ese absurdo no se puede apelar a la inteligencia: por eso se explotan las sensaciones.
–Entonces ¿nos engañan todo el tiempo? –intervino Ramón mientras se servía el tercer vaso de jugo. –No necesariamente. Ciertamente muchas veces explotan ponerte en situación de no pensar. Otras veces parten de necesidades válidas pero las sobredimensionan, volviendo lo no necesario «muy necesario» y así pueden manipular con más facilidad a esas personas. Lo que no te dicen es que eso que te presentan no es lo único, ni lo más necesario para vivir bien.
–¿Qué hacer? –cuestionó Betty. –Debemos aprender a ver televisión. Hay buenos programas que nos enseñan cosas nuevas y nos ayudan a valorar lo positivo de la vida, programas que rescatan lo noble y heroico de las personas y nos recuerdan que son cualidades que nosotros podemos vivir. El problema debe preocuparnos porque en general la gente cree que todo lo que la televisión dice es verdad. Muchos confunden lo que es bello con lo que es bueno o verdadero.
–Pero ¿cómo diferenciarlo? –La televisión juega con el «denominador común». Las personas con vida intelectual mayor no tienen tiempo, ni interés en la tele salvo excepciones: las noticias, algún evento deportivo, etc., porque están leyendo, conversando con sus hijos, mejorando su casa, etc. Por lo tanto la televisión apunta a la gente menos formada. Por tanto bajan el nivel a este público que llaman el «denominador común». Lo peor es que en vez de tratar de subir su nivel con buena programación, se lo bajan más todavía para captar su atención por medio del sensacionalismo. Es la única empresa que demasiadas veces apunta a bajar la calidad del producto para vender.
Luis hizo un alto y tomó un poco de jugo. –Papá, pero... tú trabajas ahí.... –Si. Pero mi trabajo está en relación al área de servicios a la comunidad. La televisión tiene cosas buenas y porque rescato eso (su espíritu original) es que sigo trabajando ahí, para recordarles a los que están equivocados que podemos hacer cosas buenas desde ella. Como mostrar la realidad a otras personas para que se solidaricen, como en el caso de Julia. Piénsenlo un poco: sacamos el pedido para Julia por la tele y entonces es importante.
¿Qué hubiera pasado si no lo poníamos? –Hubiera sido menos importante –contestó automáticamente Esteban. –¡No! –contestó de golpe su papá–. Hubiera sido igual de importante pero no hubiera salido en la tele. Ése es el error. Se nos está creando un mal hábito, a todos, y es el considerar que el mundo «real» sale por televisión. Fuera de la televisión existe un mundo real que necesita de nosotros. Por eso no nos podemos quedar con el mundo actuado de la televisión. Porque hoy día hasta las entrevistas son actuadas. –¿Y cuál es el problema? –cuestionó Manuel–. Al fin y al cabo la televisión está para comunicar sucesos. No veo por qué no pueda reflejar la realidad.
–Reflejar sí, reemplazar no. El problema de la televisión es que la pantalla tiene dos dimensiones: alto y ancho. En cambio la vida real tiene tres dimensiones: alto, ancho y profundidad. Es como una metáfora pero que te puede ayudar a entender la diferencia. Es en lo profundo que nos encontramos con la realidad de nuestros sentimientos y anhelos más humanos, más íntimos. Por eso la televisión, por buena que sea, no nos dará todo lo que necesitamos para ser felices. Tenemos que aprender a vivir con intensidad nuestra propia vida, al margen de la televisión. –O sea que no es ni buena ni mala –concluyó «muy inteligente» Julieta. –Eso es lo que intento decir desde hace un rato. Todo depende de nosotros. Ahora si me disculpan –dijo parándose–, no quiero aburrirlos más. Me voy a ver televisión... no, es un chiste.Voy a leer un poco para despejarme. Hasta luego. Todos se despidieron amablemente. Entre los chicos la discusión continuó incluso sobre lo que dijo Luis. Pero al rato trajeron un par de juegos de mesa y todos cambiaron la atención, sin la presión del estado de salud de los amigos, todos se divirtieron con más ganas.
Escucha ahora la explicación del profesor
La utilidad de los medios de comunicación
En un inicio los medios de comunicación fueron creados para transmitir cultura y diversión. Hoy cumple también la función de unir a los pueblos a pesar de la distancia. No podemos decir que los medios de comunicación son buenos o malos en sí mismos. Han sido creados para estar al servicio de las personas y con el paso del tiempo se la ha ido dando otras funciones como la comercial, por ejemplo, que explota el hecho de ser un medio de comunicación masivo.
Uno de los medios de comunicación más conocido y por los que más cambios ha pasado es la televisión. Desde ella podemos informarnos, divertirnos, participar en sorteos, concursos, etc. Es un medio que nos ofrece todo tipo de información, información que en la actualidad es variada. Pero dentro de esa variedad mucha de la información lejos de formar deforma la conciencia de las personas.
No basta con que los medios de comunicación cumplan con su misión de comunicar. Deben comunicar con responsabilidad velando por lo que comunican. Si el contenido del mensaje es bueno se está haciendo un bien pero si el contenido del mensaje es negativo, el medio comunicador se convierte e un instrumento negativo para la persona. De aquí la importancia de saber utilizar con criterio los medios de comunicación.
Actitud crítica ante los medios de comunicación
La actitud crítica es la capacidad que tiene la gente que ve televisión o se enfrenta a cualquier medio (pienso en escuchar radio o leer periódico) para entender correctamente lo que se está transmitiendo. No todas las noticias, películas o propagandas se hacen con objetividad, algunas de ellas dependen de los intereses de quienes las trabajan o pagan para que salgan al aire. Por eso hay que ser críticos ante lo que los medios dicen. Muchas veces el mensaje, para apuntar «ratings» o ganar más espectadores, es de anti–valores: sensualidad, ansia de poder, egoísmo y muerte violenta.
No toda la información que nos proporciona la televisión es neutra o se da con objetividad. La televisión para subsistir necesita percibir grandes cantidades de dinero que generalmente pagan grupos económicos influyentes y poderosos que buscan que sus mensajes salgan al aire. Para la televisión entonces lo importante es lograr la mayor cantidad de «consumidores» (televidentes) que aseguren que los productos mostrados en un espacio televisivo determinado van a ser vistos por la mayor cantidad de público posible (a esto se llama rating). Para lograr esto recurren a cualquier medio que consideren válido, sin importar el contenido moral (es decir la verdad se da junto a la mentira, las buenas acciones junto a las malas, lo heroico con lo más rastrero, todo al mismo nivel y como si fuera lo mismo).
Este es el principio de la publicidad: a más público mayor llegada y a mayor llegada mayores ventas. Por eso la televisión vive de la publicidad y depende del rating. Cuando más alto se el rating más caro es el espacio publicitario.
Actividades de refuerzo
El fenómeno de la publicidad
...las publicidades ¿qué es lo que quieren? Vender. A ellos no les importa si tú eres mejor o peor, sólo quieren vender. Así que apelan a todos los trucos para convencerte. Algunos son creativos y sanos. Otros estimulan los impulsos más básicos. El problema de estos impulsos es que son ciegos. Normalmente los gobierna la mente, pero si los separas, la persona termina haciendo cosas no necesariamente lógicas y ahí está la ganancia del comercio. La idea es que terminemos comprando lo que tal vez no nos hace falta. Para que llegar a ese absurdo no se puede apelar a la inteligencia: por eso se explotan las sensaciones.
...explotan ponerte en situación de no pensar. Otras veces parten de necesidades válidas pero las sobredimensionan, volviendo lo no necesario «muy necesario» y así pueden manipular con más facilidad a esas personas. Lo que no te dicen es que eso que te presentan no es lo único, ni lo más necesario para vivir bien. Debemos aprender a ver televisión desarrollando una actitud crítica frente a los mensajes que nos presentan. Es muy ingenuo creer todo lo que viene en la publicidad sobre todo si su motivación principal no es ser fieles a la verdad sino vender. Algo parecido se da respecto de los programas en general, que en el fondo también viven de la publicidad.
Pero no todo es malo en la televisión, hay programas muy buenos y noticias que nos permiten valorar los aspectos positivos de la vida. La televisión es un medio que está a nuestro servicio debemos saber utilizarlo y no dejar que ella nos esclavice. Una actitud pensante nos ayudará a sacar lo más provechoso de lo que nos presentan y saber diferenciar entre lo bueno y lo malo.
Resumen
El mundo de la televisión
¿Cómo funciona el mundo de la televisión?:
La televisión juega con el «denominador común». Las personas con vida intelectual mayor no tienen tiempo, ni interés en la tele salvo excepciones: las noticias, algún evento deportivo, etc, porque están leyendo, conversando con sus hijos, mejorando su casa, etc.. Por lo tanto la televisión apunta a la gente menos formada. Por tanto bajan el nivel a este público que llaman el «denominador común». Lo peor es que en vez de tratar de subir su nivel con buena programación, se lo bajan más todavía para captar su atención por medio del sensacionalismo.
Es la única empresa que demasiadas veces apunta a bajar la calidad del producto para vender. Nos hemos acostumbrado a ver el mundo a través de la pantalla chica. Cuando en realidad el mundo es mucho más completo y complejo. Por tanto la televisión no es un fiel reflejo de la realidad (porque o se manipula la información o simplemente se dejan afuera aspectos fundamentales de las vidas en concreto). Con frecuencia dejamos que la televisión nos diga cómo está el mundo cuando esa responsabilidad nos compete a nosotros que somos los protagonistas del mismo. No nos podemos confiar y vivir a través de los ojos de unos terceros: nos toca vivir en este mundo en primera persona. Por eso podemos decir a modo de conclusión: la televisión está para reflejar la realidad pero no para reemplazarla o «retocarla».