Sesión 4: Equilibrio en todo: trabajo y hogar
PROPÓSITO El estudiante se esfuerce por vivir la libertad en cada uno de sus actos sin caer en libertinaje.
Introducción
La verdadera libertad no significa hacer lo que «nos da la gana».
Lectura
Betty estaba tan contenta con lo que había hablado con su madre que al siguiente día le contó sus impresiones a Juan. Se sentía feliz de ser mujer y tener en sus manos la posibilidad de realizarse no sólo con un trabajo fuera de casa, sino sobre todo con «el» trabajo en el hogar: ser madre. Empezó a pensar que en buena parte el equilibrio de una familia depende de la mujer.
–Pero no solamente de la mujer, Bet –contestó de inmediato Juan, como defendiendo su orgullo herido–. El hombre tiene también su parte. Yo antes no pensaba así. Creía que en realidad la mujer no hacía nada en la casa, que era el trabajo fácil, y que el único que realmente aportaba en algo era el esposo. Hasta que leí algo en el Libro Azul que me cambió la cabeza. Ahora lo pienso más y veo que tienes razón, el trabajo de la madre es importante y difícil. Pero muchos lo consideran un trabajo de cuarta o directamente no lo toman como un trabajo.
–¿Y por qué dices que no es solamente de la mujer? –Porque el hombre también tiene que entenderlo y compartir la carga de toda la familia de acuerdo a una medida. Está bien que él luche por dar dinero o lo material, pero también debe apoyar a la mujer en lo demás, así como la mujer apoya al marido también en traer cosas a la casa. Pero lo primero que tenemos que entender los hombres es que el trabajo de la casa es un trabajo fuerte e importante.
Betty estaba asombradísima. No hubiese pensado nunca que un amigo de su misma edad pudiese hablar así. No te asombres... lee el cuento que está marcado y luego me dices. Le extendió el Libro Azul y se metió a su salón a prepararse para el examen de matemáticas. A Betty la curiosidad le quemaba las manos y no perdió un minuto en leer. (Este viejo cuento escandinavo que enseña el respeto del trabajo de los demás lo saqué de “El libro de las virtudes” de William Bennett)
“El marido que debía cuidar la casa Érase una vez un hombre tan malhumorado que pensaba que su esposa nunca hacía nada en la casa. Una noche, en la época de levantar el heno, regresó a la casa quejándose porque la cena aún no estaba servida, el bebé estaba llorando y la vaca no estaba en el establo.
–Me deslomo trabajando todo el día –rezongó– y tú te quedas en la casa para cuidarla, ojalá para mí fuera tan fácil. Yo serviría la comida a tiempo, te lo aseguro. –Querido, no te enfades tanto –dijo su esposa–. Mañana cambiemos nuestras tareas. Yo iré a segar el heno y tú te quedarás a cuidar la casa. Al esposo le pareció muy bien.
–Me vendrá bien un día de descanso –dijo–. Haré todas tus tareas en un par de horas, y dormiré toda la tarde. A la mañana siguiente la esposa se echó una guadaña al hombro y enfiló hacia el henar. El esposo se quedó para hacer las tareas de la casa. Primero lavó ropa, y luego se puso a preparar mantequilla, pero al poco tiempo recordó que debía colgar la ropa para secarla. Fue al patio, y acababa de colgar las camisas cuando vio que el cerdo entraba en la cocina.
Corrió a la cocina para ahuyentar al cerdo y evitar que volcara la mantequera. Pero apenas atravesó la puerta, vio que el cerdo ya la había volcado, y allí estaba, gruñendo y lamiendo la crema, que se extendía por todo el suelo. El hombre se enfureció tanto que se olvidó de las camisas y corrió al cerdo.
Lo capturó, pero el animal estaba tan embadurnado de mantequilla que se le resbaló de los brazos y atravesó la puerta. El hombre salió al patio, dispuesto a pillar a ese cerdo a toda costa, pero se paró en seco al ver la cabra. Estaba bajo la soga de tender ropa, masticando y engullendo las camisas. El hombre ahuyentó la cabra, encerró al cerdo y bajó las camisas que le quedaban.
Luego fue al depósito y descubrió que quedaba crema suficiente para llenar de nuevo la mantequera, y se puso a batir, pues debían tener mantequilla para la cena. Cuando hubo batido un poco, recordó que la vaca todavía estaba encerrada en el establo, y no había comido ni bebido nada en toda la mañana, aunque el sol estaba alto. Pensó que el prado estaba demasiado lejos, así que la puso en el techo de la casa, pues debemos recordar que el techo tenía grama. La casa estaba cerca de una colina empinada, y pensó que le sería fácil subir la vaca si unía la ladera de la colina con el techo por medio de un tablón ancho.
Pero no podía dejar de batir, porque el bebé gateaba por el suelo. “Si me voy –pensó–, el bebé la volcará.” Así que se puso la mantequera en la espalda y salió con ella. Entonces pensó que le convendría dar de beber a la vaca antes de llevarla al techo, y consiguió un cubo para extraer agua del pozo. Pero cuando se agachó en el brocal, la crema se salió de la mantequera, le resbaló por los hombros y la espalda y se derramó en el pozo.
Se aproximaba la hora de la cena, y ni siquiera tenía preparada la mantequilla. En cuanto puso la vaca en el techo, pensó que le convendría hervir el potaje. Llenó la cacerola de agua y la colgó sobre el fuego. Cuando hubo hecho eso, pensó que la vaca podría caerse del techo y desnucarse, así que trepó al techo para atarla. Ató un extremo de la soga en torno del pescuezo de la vaca, y metió el otro por la chimenea. Luego regresó adentro y se la sujetó a la cintura. Tuvo que darse prisa, porque el agua estaba hirviendo en la cacerola, y todavía tenía que moler la avena. Se puso a moler. Pero mientras lo hacía, la vaca se cayó del techo a pesar de todo, y al caerse arrastró al pobre hombre por la chimenea. Allí se quedó atorado. Y en cuanto a la vaca, quedó colgando contra la pared, entre el cielo y la tierra, pues no podía subir ni bajar.
Entretanto la esposa, que estaba en el campo, esperaba a que su esposo la llamara a comer. Al fin pensó que había esperado demasiado y regresó a casa. Al llegar vio la vaca colgada en esa incómoda posición, corrió arriba y cortó la soga con la guadaña. Pero en cuanto lo hizo, su esposo cayó por la chimenea. Y cuando ella entró en la cocina, lo encontró de cabeza en la cacerola.
–Bienvenida –dijo él, una vez que ella lo rescató–. Debo decirte algo. Y le dijo que lo lamentaba, y le dio un beso, y nunca más se quejó.” Tal vez en la vida moderna y de ciudad no tengas las mismas cosas qué hacer, pero de hecho siempre el trabajo en el hogar es una tarea ardua que nadie debería despreciar. Un hogar limpio y ordenado pocas veces se nota, pero en cuanto está sucio todos se dan cuenta y suelen protestar. Y aunque no protesten: ninguna familia puede vivir cómoda en un lugar sucio y poco atendido. Por tanto en una familia no hay trabajo mejor que otro.
Pero ¡cuidado!: no todo el trabajo del hogar le toca a la madre. La madre en la casa es como un general: ella responde por el orden, pero no es la que hace todo. Cada uno tiene que ayudar desde su función. Todos colaborando para que ese trabajo tan especial que es el del hogar salga siempre bien. Incluso cuando la mamá tiene que salir de casa a trabajar porque se necesita para vivir. Por eso ningún miembro de la familia (ni siquiera el esposo) debe perder el espíritu de hogar.
Cuando Juan se volvió a encontrar con Betty, en el descanso siguiente, ella estaba aún más radiante. –Te entiendo –le dijo Betty ella–. No es tarea solo de la mujer sino de todos en la casa. ¿Seguiste leyendo? Porque hay otro cuento que también enseña mucho en este campo. Juan estaba contento de que Betty se interesara más por el libro de su padre.
Escucha ahora la explicación del profesor
ra en lugar de esclavizarte. Por eso tampoco cometas la estupidez de querer tener éxito si vives tan irracionalmente indomable como el río de montaña.
Actividades de refuerzo
Y de pronto el vigoroso río de montaña comenzó a disfrutar de una nueva sensación: la de toda su fuerza y la de su capacidad para dirigirla. Ya no se encontraba, él mismo, sometido inevitablemente a los vaivenes de las lluvias y los deshielos. Una extraña experiencia de serenidad y sosiego, podría convivir con la palpitación de toda su pujanza. De su brioso poderío. De su inagotable renovación. De su ritmo. De su vitalidad.
Resumen
Nuestro mundo busca la libertad, pero lo hace en la acumulación del tener y el poder, y olvidando esta verdad esencial: sólo es verdaderamente libre aquel al que no le queda nada que perder porque ya ha sido despojado, desprendido de todo; porque es libre de todos y de todo, y de él se puede decir en verdad que «ha dejado la muerte atrás», pues todo su «bien» está en Dios y únicamente en Él. Soberanamente libre es el que no ambiciona te científico «zek» para un proyecto que le han pedido que lleve a cabo y en el que se juega su carrera; de aombre.
Actividad para la casa
Sé creativa/o y busca los insumos necesarios para la creación del vídeo según el tema tratado en clase.